RECURSOS PARA REPASAR SINTAXIS
Los exámenes globales de Bachillerato están al llegar y la mejor forma de ir bien preparada a la parte de sintaxis es practicando. Aquí te propongo varios recursos on line que te facilitarán el trabajo para estos días.
EL PERRO DEL HORTELANO
El final de curso está llegando y el tiempo se nos echa encima. Por eso, te facilito esta guía de lectura para que puedas trabajar con más facilidad la obra que nos ocupa estos díasEl perro del hortelano de Lope de Vega.
Del mismo modo, facilitamos una propuesta didáctica muy interesante que se puede trabajar multidisciplinarmente en diferentes áreas del currículo y que toma como punto de partida la película dirigida por Pilar Miró bajo el mismo título.
Sin duda alguna, es en esta escena de la película que te presento es en donde queda clarísima la significación del título de la comedia de Lope:
Avanzando en la obra se llega a la última parte, donde parece que el desenlace está próximo...
El final de curso está llegando y el tiempo se nos echa encima. Por eso, te facilito esta guía de lectura para que puedas trabajar con más facilidad la obra que nos ocupa estos díasEl perro del hortelano de Lope de Vega.
Del mismo modo, facilitamos una propuesta didáctica muy interesante que se puede trabajar multidisciplinarmente en diferentes áreas del currículo y que toma como punto de partida la película dirigida por Pilar Miró bajo el mismo título.
Sin duda alguna, es en esta escena de la película que te presento es en donde queda clarísima la significación del título de la comedia de Lope:
Avanzando en la obra se llega a la última parte, donde parece que el desenlace está próximo...
LOS PRECURSORES DEL HUMANISMO LITERARIO
Con una matriz común a la Edad Media surge el Renacimiento que tiene sus raíces en la época medieval aunque su principal pretensión en hacer renacer la cultura grecolatina a través de modelos artísticos, políticos, etc. Este movimiento se inicia en Italia durante la primera mitad del S.XIV y dejó una importante huella en todas las disciplinas europeas. En la misma época del Renacimiento, empieza a desarrollarse esa caracterización tétrica de la Edad media, periodo de crisis entre la civilización clásica y su resurgir en el Renacimiento. Para muchos, se fija entre el S.XIII-XIV.
Petrarca.
Aunque sólo pertenece a una generación posterior a Dante, son muchas las diferencias que los separan. Una de estas diferencias, es que Petrarca conoció las obras clásicas mucho mejor que su antecesor por lo que, entre otros asuntos, estaba muy familiarizado con el teatro de Séneca, Terencio o Plauto; o con las sátiras de Juvenal. Además, Petrarca intentó aprender griego, lengua que Dante no conoció nunca. No obstante, ambos escribieron en latín e italiano.
Las influencias del mundo clásico en su producción literaria son más que notables. Encontramos rastros de la Eneida en su epopeya África, basada en las hazañas de Escipión el Africano. Del mismo modo, en susÉglogas se ve un claro influjo, de nuevo, de Virgilio, en este caso de lasBucólicas. En cuanto a sus obras filosóficas destaca la influencia de Platón y Boecio en el Secreto.
Pese a que ya Dante había realizado este esfuerzo de aunar el mundo griego y latino en su obra literaria medieval, Petrarca lo hace de una forma más moderna, pese a ser menos brillante, ya que fue más fiel a los preceptos clásicos y era lo que se exigía en los albores del Renacimiento.
Bocaccio.
Al tratarse de un discípulo de Petrarca, escribiría, como su maestro, en latín e italiano, aunque utilizó un estilo más llano, popular y picaresco como bien podemos observar en el Decamerón.
El Decamerón es un conjunto de cuentos en prosa que narran cómo un grupo de cortesanos se refugian de la peste en una finca, alejados de preocupaciones. Pese a que su antecedente más claro serían los cuentos orientales ya que no tiene un modelo clásico, sí retoma modelos grecolatinos para otras de sus obras como la Teseida. Esta obra se trata de un poema épico que sigue formalmente la estructura de la epopeya de Virgilio, y en ella se nos narran las guerras libradas por el héroe griego Teseo.
Se podría decir, además, que Bocaccio es el padre de la novela moderna con su novela escrita en lengua romance vulgar Fiametta, que trata de asuntos amorosos. Casi todos los recursos estilísticos utilizados en esta novela están tomados de la poesía clásica y el marco conceptual también proviene del mundo antiguo.
También fue uno de los iniciadores de la Querella de Antiguos y Modernos que, entre otros asuntos, contraponía el cristianismo frente al paganismo, opción con la que se sentía más cómodo, como buen autor moderno.
Chaucer.
Fue un gran conocedor de la literatura francesa e italiana, puesto que era conocedor de estas lenguas romances. Su obra más importante y que sigue el modelo del Decamerón, son los Cuentos de Cantórbery.
Pese a que no fue un estudioso de los clásicos, sí se ve su influencia a través de obras más modernas como la italiana o elRoman de la rosefrancés. Lo que está claro es que imita a Dante todo el tiempo, lo que le hace cometer los mismo errores aunque mucho más groseros que los del italiano.
Aunque cita a bastantes autores clásicos, sólo conoció a unos pocos latinos. Por lo tanto, se puede confirmar que fue conocedor de segunda mano, en su mayor parte, del mundo clásico.
En su primer poema titulado El libro de la duquesa, utiliza como fuente las Metamorfosis de Ovidio, utilizando algunas de sus fábulas tanto al comienzo como al final de la obra. En la Casa de la Fama y en laLeyenda de Dido, reconstruye la Eneida, centrándose en el tema amoroso. Boecio le influirá en composiciones filosóficas a través de la traducción que realizó de Consolación de la Filosofía. Y, como no, mencionará a Cicerón en otras ocasiones.
Sin embargo, el principal interés de Chaucer que deja plasmado en sus obras son, por orden de importancia, la vida inglesa contemporánea, la lírica amorosa y la lectura de los clásicos.
Se considera que durante la Edad Media el mundo clásico quedó ocultado en su totalidad, sin embargo, observamos que no es del todo cierto; no se ocultó, sino que se mostró parcialmente y con bajo el filtro del cristianismo. Sin embargo, los modelos que perdurarán a lo largo de toda la Historia de la Literatura, empiezan a ser ya notables en este momento: Ovidio, Virgilio, Séneca… En este contexto, debemos destacar que serán más influyentes los autores latinos que los griegos, entre otros asuntos, porque es la lengua latina con la que están más familiarizados los hombres de cultura medievales.
Este oscurantismo que se impuso durante la Edad Media en relación a los conocimientos sobre el Mundo Clásico, se verá fuertemente modificado por la llegada del Renacimiento, movimiento artístico que buscará en la cultura grecolatina el modelo a seguir tanto en las artes como en la Filosofía y su forma de concebir el nuevo mundo que se les presenta con muchas más posibilidades.
LA SUBORDINACIÓN AVERBIAL
Aquí te facilito dos esquemas sobre las oraciones subordinadas adverbiales que nos serán muy útiles para organizar los tipos y los nexos correspondientes.
Aquí te facilito dos esquemas sobre las oraciones subordinadas adverbiales que nos serán muy útiles para organizar los tipos y los nexos correspondientes.
RESUMEN DE LA ORACIÓN COMPUESTA
Antes de empezar a trabajar la subordinación adverbial, conviene tener presente un esquema aclaratorio de la Oración Compuesta que nos ayude a organizar ideas ya aprendidas para entender con mayor claridad las que trabajaremos próximamente:
ENTREMESES EN EL TEATRO DEL S.XVI
Esta semana finalizaremos el tema de Literatura Renacentista con contenidos sobre teatro. Pese a que en el S.XVI continúa existiendo en España un teatro religioso heredado de la tradición medieval, aparece un teatro de carácter humanista que surgirá en las plazas públicas para trasladarse a los corrales de comedias, con una temática más cómica.
Un claro ejemplo de ello son los entremeses que se caracterizan por se una pieza cómica breve que se representa entreactos de un obra de carácter serio. Un ejemplo de ello podemos verlo en este vídeo, donde se presentan fragmentos de algunos de los entremeses que escribió Cervantes:
Esta semana finalizaremos el tema de Literatura Renacentista con contenidos sobre teatro. Pese a que en el S.XVI continúa existiendo en España un teatro religioso heredado de la tradición medieval, aparece un teatro de carácter humanista que surgirá en las plazas públicas para trasladarse a los corrales de comedias, con una temática más cómica.
Un claro ejemplo de ello son los entremeses que se caracterizan por se una pieza cómica breve que se representa entreactos de un obra de carácter serio. Un ejemplo de ello podemos verlo en este vídeo, donde se presentan fragmentos de algunos de los entremeses que escribió Cervantes:
DESCUBRIENDO AL PÍCARO
Aquí os presento un resumen sobre qué es la novela picaresca, tema del que empezaremos a trabajar esta semana en las clases de literatura de 1º de Bachillerato. Para ello, hemos acudido al trabajo de Alonso Zamora Vicente titulado Qué es la novela picaresca.
Comparto también el vídeo del primer capítulo de la serie El pícaro que nos servirá comopunto de partida para entender algo más sobre este género literario de marcado carácter hispánico. El pícaro fue una serie de televisión española, estrenada por Televisión Española en 1974, escrita, dirigida y protagonizada por Fernando Fernán Gómez.
Ambientada en el siglo XVII, sobre todo en España, pero también en Italia y en Baviera , la serie narra las peripecias de Lucas Trapaza, un pícaro que sabe recurrir a todo tipo de ocurrencias para sobrevivir trabajando lo menos posible y al que acompaña en sus peripecias el joven Alonso de Baeza. Los guiones se inspiran en los textos de grandes autores del Siglo de Oro de la Literatura española, como son Miguel de Cervantes, Francisco de Quevedo, Mateo Alemán, Vicente Espinel, Salas Barbadillo y el autor de Estebanillo González, además del francés Alain-René Lesage.
Comparto también el vídeo del primer capítulo de la serie El pícaro que nos servirá comopunto de partida para entender algo más sobre este género literario de marcado carácter hispánico. El pícaro fue una serie de televisión española, estrenada por Televisión Española en 1974, escrita, dirigida y protagonizada por Fernando Fernán Gómez.
Ambientada en el siglo XVII, sobre todo en España, pero también en Italia y en Baviera , la serie narra las peripecias de Lucas Trapaza, un pícaro que sabe recurrir a todo tipo de ocurrencias para sobrevivir trabajando lo menos posible y al que acompaña en sus peripecias el joven Alonso de Baeza. Los guiones se inspiran en los textos de grandes autores del Siglo de Oro de la Literatura española, como son Miguel de Cervantes, Francisco de Quevedo, Mateo Alemán, Vicente Espinel, Salas Barbadillo y el autor de Estebanillo González, además del francés Alain-René Lesage.
I. Rasgos generales de la novela picaresca
En 1554 y en varios sitios a la vez, se publicó un breve libro que estaba destinado a revolucionar todo el arte de la novelística europea y con el que podemos afirmar rotundamente que nace para el hombre occidental la novela moderna. Ese libro se llamó Vida de Lázaro de Tormes, de sus fortunas y adversidades. Apareció en Burgos, Amberes y Alcalá de Henares, lo que ha planteado graves problemas bibliográficos, ya que se piensa (hipotéticamente, puesto que nadie la ha alcanzado a ver) que existió una edición anterior, de 1553, de la que procederían estas tres simultáneas. Ese libro, corto, matizado de una serie de audacias hasta entonces desconocidas del mundo literario, es la primera novela picaresca, nombre con que se viene designando, tradicionalmente, una determinada peculiaridad artística, considerada, a la vez, como muy representativa de la literatura y el espíritu españoles.
Efectivamente, con el Lazarillo nace una nueva actitud frente al arte. Es un libro nuevo en lo que se refiere a su estructura y a su forma externa, pero aún lo es más por lo que atañe al espíritu que lo informa. Situado dentro de una corriente que podríamos llamar general, usada por todos los países (el motivo artístico basado en el desheredado, el vagabundo, el hampón), solamente en España alcanza un desarrollo literario universal, lejos de la anécdota. En todas partes ese motivo se queda en la corteza, como risa o burla. En España, penetra en el hondón de la realidad vital, y se convierte en una resonancia humana de la más depurada calidad. Intentemos poco a poco ir poniendo orden en esa masa literaria.
La novela picaresca tiene como personaje central al pícaro. El primer problema que nos asalta es la historia y etimología de la palabrapícaro, que, por cierto, ha resistido muy tozudamente a todos los intentos de aclaración. La voz ha aparecido por vez primera en textos de hacia 1541 y 1547. La interpretación más antigua la pone en relación con el latín pica, según la cual la palabra pícaro tendría el sentido de «miserable», ya que los romanos sujetaban a sus prisioneros atándolos, para ser vendidos como esclavos, a una pica o lanza clavada en el suelo. Se ha pensado también en la raíz pic, de picus, con el valor de «picar», donde la palabra adquiere el significado de «abrirse algo el camino a golpes, con esfuerzo», y desde ahí evolucionaría a indicar «el mendigo, el ladrón, el desharrapado». Y no está nada lejos el relacionarla con otras diversas acepciones de picar, bien sea por los pícaros de cocina, que picaban la carne o los aderezos oportunos (algo como hoy lospinches), o bien trabajaban sin sueldo ni tarea fijos en las cocinas y picaban para sustentarse en las comidas. Existen, sin embargo, testimonios anteriores que reflejan cumplidamente que el pícaro se ocupa en otros quehaceres diversos, y no exclusivamente en la cocina. Ya Covarrubias aventura que pícaro podía ponerse en relación con Picardía, ya que de allá emigraban muchos que siempre fueron gentes pobres. La pícara Justina, en efecto, habla de un sastre de aquella tierra que reunió una fortunita pordioseando en las romerías y en fingidas peregrinaciones a Compostela. También de los soldados desertores se dijo que vestían a lo picard, es decir: en el colmo del andrajo y la suciedad. Hay también quien ha propuesto relacionar pícaro con bigardo, begardo, «vago, vicioso». La antigua acentuación picáro parece apoyar este origen, pero, de todos modos, las explicaciones propuestas dejan muchas dificultades por resolver. Lo cierto es que pícaro se llamó al héroe de este tipo de novelas, e incluso, como veremos luego más despacio, el personaje central de alguna de ellas, Guzmán de Alfarache, fue llamado el Pícaro por antonomasia, exclusivizándose y eliminando todo otro posible título: en los registros de libros que iban a América, El Pícaro designa siempre la obra de Mateo Alemán, a pesar de que la palabra no figuró en el título de la primera edición. Tampoco en el Lazarillosale la voz ni una sola vez.
Claro está que dentro de un género literario que dura largo tiempo en fértil producción, el tipo ha de evolucionar. El pícaro inicial, el que nos refleja el Lazarillo, es en el fondo una buena persona. Es un muchacho de buen corazón, sin experiencia, al que la realidad circundante zarandea de mala manera y le hace sumirse en escepticismos y en fullerías. Sistemáticamente, la vida le puntea asechanzas de las que apenas sabe cómo zafarse, y acaba entregándose sin remedio y sin pena al medio que le exige defenderse y engañar. Pero no es un delincuente profesional, sino que le sobran cordura y viveza y le falta ambición. Cuando sus trampas acaban por ser desenvueltas en fracasos, llegan las palizas, los golpes, los ayunos, algún encarcelamiento. La resignación y la astucia afilándose son los únicos asideros que sobrenadan en su comportamiento. En cambio, el pícaro del XVII, ya avanzada y madura la novela, e incluso desintegrándose, parará en galeras, en la clara situación de una sociedad que necesita defenderse de él. Pero lo que no existirá nunca en toda la trayectoria de la novela es un solo pícaro necio o estúpido, ni tampoco desesperado de su suerte. Detrás de todo, por amargo que resulte, queda siempre flotando una vaga luz de esperanza, de volver a empezar, aliento de vida que no se resigna a caer en un silencio definitivo.
En 1554 y en varios sitios a la vez, se publicó un breve libro que estaba destinado a revolucionar todo el arte de la novelística europea y con el que podemos afirmar rotundamente que nace para el hombre occidental la novela moderna. Ese libro se llamó Vida de Lázaro de Tormes, de sus fortunas y adversidades. Apareció en Burgos, Amberes y Alcalá de Henares, lo que ha planteado graves problemas bibliográficos, ya que se piensa (hipotéticamente, puesto que nadie la ha alcanzado a ver) que existió una edición anterior, de 1553, de la que procederían estas tres simultáneas. Ese libro, corto, matizado de una serie de audacias hasta entonces desconocidas del mundo literario, es la primera novela picaresca, nombre con que se viene designando, tradicionalmente, una determinada peculiaridad artística, considerada, a la vez, como muy representativa de la literatura y el espíritu españoles.
Efectivamente, con el Lazarillo nace una nueva actitud frente al arte. Es un libro nuevo en lo que se refiere a su estructura y a su forma externa, pero aún lo es más por lo que atañe al espíritu que lo informa. Situado dentro de una corriente que podríamos llamar general, usada por todos los países (el motivo artístico basado en el desheredado, el vagabundo, el hampón), solamente en España alcanza un desarrollo literario universal, lejos de la anécdota. En todas partes ese motivo se queda en la corteza, como risa o burla. En España, penetra en el hondón de la realidad vital, y se convierte en una resonancia humana de la más depurada calidad. Intentemos poco a poco ir poniendo orden en esa masa literaria.
La novela picaresca tiene como personaje central al pícaro. El primer problema que nos asalta es la historia y etimología de la palabrapícaro, que, por cierto, ha resistido muy tozudamente a todos los intentos de aclaración. La voz ha aparecido por vez primera en textos de hacia 1541 y 1547. La interpretación más antigua la pone en relación con el latín pica, según la cual la palabra pícaro tendría el sentido de «miserable», ya que los romanos sujetaban a sus prisioneros atándolos, para ser vendidos como esclavos, a una pica o lanza clavada en el suelo. Se ha pensado también en la raíz pic, de picus, con el valor de «picar», donde la palabra adquiere el significado de «abrirse algo el camino a golpes, con esfuerzo», y desde ahí evolucionaría a indicar «el mendigo, el ladrón, el desharrapado». Y no está nada lejos el relacionarla con otras diversas acepciones de picar, bien sea por los pícaros de cocina, que picaban la carne o los aderezos oportunos (algo como hoy lospinches), o bien trabajaban sin sueldo ni tarea fijos en las cocinas y picaban para sustentarse en las comidas. Existen, sin embargo, testimonios anteriores que reflejan cumplidamente que el pícaro se ocupa en otros quehaceres diversos, y no exclusivamente en la cocina. Ya Covarrubias aventura que pícaro podía ponerse en relación con Picardía, ya que de allá emigraban muchos que siempre fueron gentes pobres. La pícara Justina, en efecto, habla de un sastre de aquella tierra que reunió una fortunita pordioseando en las romerías y en fingidas peregrinaciones a Compostela. También de los soldados desertores se dijo que vestían a lo picard, es decir: en el colmo del andrajo y la suciedad. Hay también quien ha propuesto relacionar pícaro con bigardo, begardo, «vago, vicioso». La antigua acentuación picáro parece apoyar este origen, pero, de todos modos, las explicaciones propuestas dejan muchas dificultades por resolver. Lo cierto es que pícaro se llamó al héroe de este tipo de novelas, e incluso, como veremos luego más despacio, el personaje central de alguna de ellas, Guzmán de Alfarache, fue llamado el Pícaro por antonomasia, exclusivizándose y eliminando todo otro posible título: en los registros de libros que iban a América, El Pícaro designa siempre la obra de Mateo Alemán, a pesar de que la palabra no figuró en el título de la primera edición. Tampoco en el Lazarillosale la voz ni una sola vez.
Claro está que dentro de un género literario que dura largo tiempo en fértil producción, el tipo ha de evolucionar. El pícaro inicial, el que nos refleja el Lazarillo, es en el fondo una buena persona. Es un muchacho de buen corazón, sin experiencia, al que la realidad circundante zarandea de mala manera y le hace sumirse en escepticismos y en fullerías. Sistemáticamente, la vida le puntea asechanzas de las que apenas sabe cómo zafarse, y acaba entregándose sin remedio y sin pena al medio que le exige defenderse y engañar. Pero no es un delincuente profesional, sino que le sobran cordura y viveza y le falta ambición. Cuando sus trampas acaban por ser desenvueltas en fracasos, llegan las palizas, los golpes, los ayunos, algún encarcelamiento. La resignación y la astucia afilándose son los únicos asideros que sobrenadan en su comportamiento. En cambio, el pícaro del XVII, ya avanzada y madura la novela, e incluso desintegrándose, parará en galeras, en la clara situación de una sociedad que necesita defenderse de él. Pero lo que no existirá nunca en toda la trayectoria de la novela es un solo pícaro necio o estúpido, ni tampoco desesperado de su suerte. Detrás de todo, por amargo que resulte, queda siempre flotando una vaga luz de esperanza, de volver a empezar, aliento de vida que no se resigna a caer en un silencio definitivo.
La picaresca y la realidad
Lo picaresco se convierte en una forma de vida. Ya desde la cuna se condiciona el vivir por unos cauces que, siendo diferentes en cada personaje, están, sin embargo, alejados de lo que podríamos llamar ortodoxo en la contextura social de la España de los Siglos de Oro. Se trata de una vida vulgar, en la que no vamos a encontrar los arranques de heroísmo o de santidad a que la circunstancia histórica nos tiene acostumbrados, una vida casi alucinada, al borde del cotidiano portento. No; el pícaro se mueve en los medios menos literarios. Su genealogía no es, ni mucho menos, escogida, y sus procederes no revelan el ascetismo ni la profunda meditación. Lázaro es hijo de un molinero oscuro, y su madre se amanceba al quedar viuda; Guzmán es fruto de unos amores no muy limpios, y Pablos anda adoctrinado por una ascendencia en la que hay delincuentes, e incluso un verdugo. Una vez pasado este aprendizaje de los primeros años, el pícaro abandona a los suyos y se entrega a un vagabundaje por las tierras más cercanas, y más adelante por otras ya apartadas, lo que le sirve para exhibir ante nosotros el desfile alucinante de las clases sociales, de tipos diversos y encontrados, soldados, clérigos, hampones, alguaciles, gentes con oficio y sin él, etc. El pícaro, sirviendo a diversos amos, yendo de uno a otro como rebotándose, va aprendiendo la realidad hostil de la vida, oculta por los vestidos lujosos, las apariencias, los procederes encubiertos: el juez que se vende al juzgar, el médico ignorante, el pedantuelo sabihondo, el clérigo vicioso, la nobleza envilecida. Los años se van sucediendo, el pícaro crece en edad y experiencia y resentimiento, y desconfía de todo y de todos en perpetua defensiva. «Todos vivimos en asechanza los unos de los otros», dirá Guzmán muy significativamente. Para el pícaro no existe la vida afectiva: ni amor, ni compasión ni cosa parecida. Sólo verá en las mujeres el anzuelo para explotar los vicios y la engañifa, y cuando se encara con un alma virtuosa no podrá más que asombrarse, llegar al borde del pasmo, pero no se le planteará la necesidad de una imitación, de aprovechar ese ejemplo.
Ahora bien, interesa destacar que eso, todo eso, no debe ser tomado al pie de la letra como documento histórico fehaciente, indiscutible y oportuno para explicar todo lo que sea necesario. Llevamos ya mucho tiempo leyendo en manuales, libros, prólogos, etc., y oyendo incansablemente repetido en la fácil oratoria circunstancial, que la novela picaresca (en complicidad con el tan socorrido realismo español) representa la realidad de una España concreta, que se movió sobre la tierra en el tiempo en que las novelas que nos ocupan fueron escritas. No, no es verdad, o no es, por lo menos, la verdad escueta y firme. Aviados estaríamos los españoles si nuestra realidad hubiera sido exclusivamente lo que refleja El Buscón, lo menos real que se puede pensar. No, en todas partes hubo de lo que en las novelas picarescas se nos aparece. Algunos libros, emparentados con el clima picaresco, revelan una clara visión de las cosas concretas. Tal ocurre, por ejemplo, con laRelación de la Cárcel de Sevilla, de CRISTÓBAL DE CHAVES (1597), o El Viaje entretenido, de AGUSTÍN DE ROJAS VILLANDRANDO (1603). La legislación del tiempo revela la preocupación de las autoridades por la represión de la truhanería y la mendicidad desorbitadas. No, la novela picaresca no es eso; se ha venido olvidando demasiado frecuentemente que la novela picaresca es ante todo novela, es decir: recreación artística, voluntaria selección y parcelación de una realidad. El motivo por el que fue escogido su contenido quizá pueda verse sin más en la predilección por un mundo que no fuese el encendidamente libresco de las creaciones literarias tradicionales. Ahí está el gran hallazgo del Lazarillo. La vida no era sólo el portento, el milagro, la relación directa y casi familiar con la divinidad, ni el heroísmo sin barreras ni frenos. La vida comparte eso -¡y quizás en la escala más reducida!-, pero es, además, la rutina monótona de cada día, las dificultades de todos los momentos y los acaeceres, y la inesquivable incomodidad de la ciudad donde se habita y de las gentes que tratamos, con sus aristas y sus manías. Eso es lo que descubre el Lazarillo: vivir desde dentro, pero compartiendo la permanente influencia de otras vidas sobre las nuestras. Y en las otras vidas no son precisamente ni los santos ni los héroes lo que más abunda. Llevar este descubrimiento por una ruta de permanente exageración y de una aguzada acomodación artística fue el largo camino seguido por las sucesivas novelas picarescas, cada vez más encerradas en lo externo, el delito, la aventura, los viajes sin fin, o las preocupaciones moralistas. Pero todo salió del paso genial que el anónimo autor del Lazarillo dio, de cara al porvenir por vez primera en el mundo occidental, en 1554. Y su resultado es la poca estimación de la vida, algo triste, opaco y monótono, que se perfila con tintes sombríos, y que, al asociarse con las desilusiones políticas, lleva de la mano a la literatura desengañada del siglo XVII, a la literatura de Calderón y de Gracián. Lo que comenzó siendo una franca sonrisa abierta y generosa, a pleno sol, en el Lazarillo, va transformándose en el agrio y enconado Guzmán (1599) y llega a la caricatura cruel delBuscón (1626). En el trasfondo, el mismo aliento empuja al místico y al pícaro: el no estimar la vida terrena. Al místico, la suprema esperanza de la otra vida le permite ir pasando ésta, seguro del puerto final. El pícaro se dedica con el mayor entusiasmo a pasar ésta lo mejor que pueda, reverso de la medalla corriente. Es decir: detrás de la cruz anda el diablo.
Lo picaresco se convierte en una forma de vida. Ya desde la cuna se condiciona el vivir por unos cauces que, siendo diferentes en cada personaje, están, sin embargo, alejados de lo que podríamos llamar ortodoxo en la contextura social de la España de los Siglos de Oro. Se trata de una vida vulgar, en la que no vamos a encontrar los arranques de heroísmo o de santidad a que la circunstancia histórica nos tiene acostumbrados, una vida casi alucinada, al borde del cotidiano portento. No; el pícaro se mueve en los medios menos literarios. Su genealogía no es, ni mucho menos, escogida, y sus procederes no revelan el ascetismo ni la profunda meditación. Lázaro es hijo de un molinero oscuro, y su madre se amanceba al quedar viuda; Guzmán es fruto de unos amores no muy limpios, y Pablos anda adoctrinado por una ascendencia en la que hay delincuentes, e incluso un verdugo. Una vez pasado este aprendizaje de los primeros años, el pícaro abandona a los suyos y se entrega a un vagabundaje por las tierras más cercanas, y más adelante por otras ya apartadas, lo que le sirve para exhibir ante nosotros el desfile alucinante de las clases sociales, de tipos diversos y encontrados, soldados, clérigos, hampones, alguaciles, gentes con oficio y sin él, etc. El pícaro, sirviendo a diversos amos, yendo de uno a otro como rebotándose, va aprendiendo la realidad hostil de la vida, oculta por los vestidos lujosos, las apariencias, los procederes encubiertos: el juez que se vende al juzgar, el médico ignorante, el pedantuelo sabihondo, el clérigo vicioso, la nobleza envilecida. Los años se van sucediendo, el pícaro crece en edad y experiencia y resentimiento, y desconfía de todo y de todos en perpetua defensiva. «Todos vivimos en asechanza los unos de los otros», dirá Guzmán muy significativamente. Para el pícaro no existe la vida afectiva: ni amor, ni compasión ni cosa parecida. Sólo verá en las mujeres el anzuelo para explotar los vicios y la engañifa, y cuando se encara con un alma virtuosa no podrá más que asombrarse, llegar al borde del pasmo, pero no se le planteará la necesidad de una imitación, de aprovechar ese ejemplo.
Ahora bien, interesa destacar que eso, todo eso, no debe ser tomado al pie de la letra como documento histórico fehaciente, indiscutible y oportuno para explicar todo lo que sea necesario. Llevamos ya mucho tiempo leyendo en manuales, libros, prólogos, etc., y oyendo incansablemente repetido en la fácil oratoria circunstancial, que la novela picaresca (en complicidad con el tan socorrido realismo español) representa la realidad de una España concreta, que se movió sobre la tierra en el tiempo en que las novelas que nos ocupan fueron escritas. No, no es verdad, o no es, por lo menos, la verdad escueta y firme. Aviados estaríamos los españoles si nuestra realidad hubiera sido exclusivamente lo que refleja El Buscón, lo menos real que se puede pensar. No, en todas partes hubo de lo que en las novelas picarescas se nos aparece. Algunos libros, emparentados con el clima picaresco, revelan una clara visión de las cosas concretas. Tal ocurre, por ejemplo, con laRelación de la Cárcel de Sevilla, de CRISTÓBAL DE CHAVES (1597), o El Viaje entretenido, de AGUSTÍN DE ROJAS VILLANDRANDO (1603). La legislación del tiempo revela la preocupación de las autoridades por la represión de la truhanería y la mendicidad desorbitadas. No, la novela picaresca no es eso; se ha venido olvidando demasiado frecuentemente que la novela picaresca es ante todo novela, es decir: recreación artística, voluntaria selección y parcelación de una realidad. El motivo por el que fue escogido su contenido quizá pueda verse sin más en la predilección por un mundo que no fuese el encendidamente libresco de las creaciones literarias tradicionales. Ahí está el gran hallazgo del Lazarillo. La vida no era sólo el portento, el milagro, la relación directa y casi familiar con la divinidad, ni el heroísmo sin barreras ni frenos. La vida comparte eso -¡y quizás en la escala más reducida!-, pero es, además, la rutina monótona de cada día, las dificultades de todos los momentos y los acaeceres, y la inesquivable incomodidad de la ciudad donde se habita y de las gentes que tratamos, con sus aristas y sus manías. Eso es lo que descubre el Lazarillo: vivir desde dentro, pero compartiendo la permanente influencia de otras vidas sobre las nuestras. Y en las otras vidas no son precisamente ni los santos ni los héroes lo que más abunda. Llevar este descubrimiento por una ruta de permanente exageración y de una aguzada acomodación artística fue el largo camino seguido por las sucesivas novelas picarescas, cada vez más encerradas en lo externo, el delito, la aventura, los viajes sin fin, o las preocupaciones moralistas. Pero todo salió del paso genial que el anónimo autor del Lazarillo dio, de cara al porvenir por vez primera en el mundo occidental, en 1554. Y su resultado es la poca estimación de la vida, algo triste, opaco y monótono, que se perfila con tintes sombríos, y que, al asociarse con las desilusiones políticas, lleva de la mano a la literatura desengañada del siglo XVII, a la literatura de Calderón y de Gracián. Lo que comenzó siendo una franca sonrisa abierta y generosa, a pleno sol, en el Lazarillo, va transformándose en el agrio y enconado Guzmán (1599) y llega a la caricatura cruel delBuscón (1626). En el trasfondo, el mismo aliento empuja al místico y al pícaro: el no estimar la vida terrena. Al místico, la suprema esperanza de la otra vida le permite ir pasando ésta, seguro del puerto final. El pícaro se dedica con el mayor entusiasmo a pasar ésta lo mejor que pueda, reverso de la medalla corriente. Es decir: detrás de la cruz anda el diablo.
Clasificación de las novelas picarescas
Han sido varios los intentos de clasificación de las novelas picarescas. Debemos ver en ellos laudables intentos pedagógicos, pero como el ángulo de observación de la crítica varía con el tiempo y las estimaciones, esas clasificaciones están destinadas a ser inevitablemente caducas. Para algunos habrían de juntarse las primerizas (Lázaro, Guzmán, Justina) con el muy rezagado Estebanillo González, basándose en que en ellas el personaje anda todavía un poco a la deriva, objeto de su propia fortuna. Y dejaban para otro lugar las restantes (con algunas salvedades) porque en ellas el personaje obra con indudable autonomía y decisión propia. La clasificación peca de confundir el carácter del héroe con la arquitectura artística. El héroe de las primeras novelas está sujeto a su noluntad, gran rasgo del pícaro. Ése es el carácter que lo define y que lo diferencia en contraste con todos los demás héroes literarios, tanto españoles como europeos.
Otras veces la clasificación se ha hecho según el mayor o menor uso de los elementos moralizadores del libro. También se trata de una clasificación apoyada en la sobrevaloración de uno de los componentes constantes de las novelas. La manía moralizadora, el sentimiento ético, real en el autor o exigido por las circunstancias en que esos libros aparecieron, pueden darnos un índice claro sobre la personalidad y la decisión vital del escritor, pero nunca un elemento externo a las novelas que nos pueda servir para clasificarlas, para parcelarlas a nuestro antojo. No vale la pena, pues, intentar clasificaciones. Lo más claro y más eficaz es perseguir esas novelas desde su aparición, viendo qué aportan y qué tienen de sujeción al canon establecido por el Lazarillo1 y en qué medida se apartan de él, matizándolo, perfeccionándolo o dándole una dimensión distinta. Hay una evolución fácilmente perceptible desde el Lazarillo a todas las demás, hasta la disgregación final de los elementos picarescos, disgregación en la que la arquitectura de la novela establece contacto con otro tipo de narraciones (cortesanas, de aventuras, etc.), para dejar paso a la vitalidad por sí sola de los elementos picarescos, que podemos volver a encontrar en las circunstancias más inesperadas.
A partir del Lazarillo, las novelas picarescas adoptan una forma consagrada. Esa forma es la autobiográfica con muy pocas excepciones. El personaje habla en primera persona y narra su ascendencia, su educación, sus primeros pasos, el fluir de su vida, condicionada constantemente por el medio hostil. Todo va siendo, en el devenir de la novela, adjetivo y lateral. Lo único que le da consistencia es la circunstancia del héroe, de ser vivido todo por el mismo personaje. Las cosas y los acaeceres no tienen concatenación alguna, son puros azares, como la vida, lo menos sujeto a una ley previa. Esto condiciona también la estructura del libro, que, naturalmente, no tiene tampoco esquemas preconcebidos. Muchos capítulos podrían quizá ser suprimidos sin que la economía total sufriera. Pero de todos los episodios se desprende una evidente actitud moralizadora. El estoicismo con que soporta todos los reveses (inevitables, frecuentes reveses) y la fría autocrítica con que prepara y valora sus andanzas demuestran que el tan socorrido «senequismo» de la vida española informa al pícaro muy cumplidamente. Esa ética deducida (el autor no tiene interés en exponerla concienzudamente) se apoya en la experiencia larga (suele hablar ya viejo), cuando el personaje se ve de vuelta de las cosas y las gentes. Como digo, se trata de una filosofía de tipo practicista, que no se expone cuidadosa ni detalladamente, sino que se desprende de la actitud general ante los hechos. Sin embargo, en algunas ocasiones, el autor se ve en la necesidad de desarrollar razonamientos para justificar esta actitud, y llega a verdaderas disertaciones sobre casuística moral. Pretende usar de lo picaresco como un truco que le valga para ampliar su lección de moral, su ladera pedagógica. Así ocurre, por ejemplo, en el Guzmán, en el Marcos de Obregón, etc. Algún crítico, como M. HERRERO GARCÍA, buen conocedor de la picaresca, ha hecho ver cómo existe un parentesco entre la escapada moralizante de la picaresca y la textura del sermonario clásico. Según este crítico, la novela picaresca «es un sermón con alteración de proporciones de los elementos que entran en combinación». De todos modos, y aun considerando lo agudo de esta observación, la tendencia a explayarse moralizando lleva a la descomposición de la novela picaresca. Las digresiones se hacen largas, tediosas, y, aun sin perder el hilo, son fácilmente separables. En algunos casos, ya los editores del siglo XIX (en la Biblioteca de Autores Españoles, por ejemplo) al Guzmán de Alfarache le ponían las digresiones moralizantes entre corchetes, invitando al lector a pasar por alto los trozos comprendidos entre ellos. Tanto uno como otro criterio nos parecen hoy equivocados. La obra de arte es una criatura íntegra, que no puede ser mutilada a gusto de anónimo lector o editor. Hay que aceptarla como es, en su integridad, y explicarse cada uno de sus ángulos desde la totalidad armónica del conjunto.
Estas digresiones, en escritores de primera fila, alcanzan una calidad indiscutible. Pero llevan en sí un germen de ruina o decadencia. Pierden, en manos de escritores secundarios, todo aliento generoso y artístico, para convertirse en machaconería impertinente, en especioso sentido común, sin sentido definido ni forma concreta.
Como ya hemos dicho más atrás, el género sufre una evolución a lo largo de su vida. Uno de los aspectos donde más claramente se percibe esta evolución es el moverse del personaje. El pícaro es un vagabundo, un hombre que se lanza al sol y al aire de los caminos, dispuesto a buscarse en las revueltas de los mismos la contingencia que lo sostenga sobre esta tierra de Dios. Este vagabundaje ya comienza en el Lazarillo: el héroe sale de su Salamanca natal para buscar fortuna en las ciudades de Castilla: Toledo, Maqueda, Escalona, Illescas. Las novelas subsiguientes van ensanchando el horizonte de ese vagabundaje, y así Guzmán nos lleva a gran parte de Italia. El Buscón recorre varias ciudades españolas. Marcos de Obregón añade a la Península, Italia y el cautiverio argelino. El horizonte se va ensanchando, con notoria reducción del paisaje espiritual del héroe. Lo que ganamos en geografía lo perdemos en mirada atenta y hacia adentro. Estebanillo González nos lleva por Flandes, Alemania, Polonia, Francia e Italia. Esto produce un claro dominio de lo narrativo, acercando la picaresca al borde de la novela de aventuras, con la que tiene estrechas concomitancias. Cuando lo descriptivo domine, nos daremos de manos a boca con un costumbrismo sin acción ni personajes vivos. Tal es el arte de Zabaleta, de Francisco Santos, de Liñán, hecho de cuadros aislados, exagerando la semilla episódica de toda novela picaresca. En líneas generales se puede decir que la picaresca sufre un proceso de desintegración, fácilmente perseguible, y a través del que sobrenadan aquí y allá los vivos rasgos del personaje ya desligado de su esquema literario. Esta desintegración se ve crecer ya en los buenos escritores del siglo XVII. Marcos de Obregón no puede considerarse como un pícaro a la manera de Lázaro o del Buscón: es un buen viejo de gesto amable y simpático que casi escribe un libro de memorias. Marcos se queda siempre a la orilla del vivir y nos lo cuenta con un gesto de experiente suficiencia. El estudiante de El diablo cojuelo también contempla desde lejos la bribonería del mundo, sin ser partícipe de sus trampas. Por último, La garduña de Sevilla, ya una clara delincuente, no participa de la actitud de general defensiva en que el pícara vive: pasa a la iniciativa y al ataque, lo que la diferencia muy nítidamente de sus ilustres antepasados.
Dentro de esta evolución general de la novela picaresca, queda por señalar un apartado o variante más: es su entretejerse con la novela corta de ascendencia italiana, novela adaptada completamente a España por Cervantes. Rinconete y Cortadillo refleja el primer contacto entre esas dos vertientes. Con el inmenso cariño y la delicada ternura sobria de su autor, asistimos a una novela de pícaros, que se encuentra a enorme lejanía de la novela tradicional picaresca. El patio de Monipodio está envuelto en un halo de gracia y de frescura, de sin igual simpatía, halo que convierte a la novelita en un excelente cuadro de la realidad, sin acritudes ni amarguras, ni pesimismo. La corriente vuelve a aparecer, fructífera, en algunas novelas de Salas Barbadillo (El sagaz Estacio, marido examinado, El caballero puntual) y constituye el fondo más abundante en la producción de Castillo Solórzano. En esta ladera, la luz espléndida de Rinconete ilumina con nítidos perfiles toda una corriente de literatura española, que se caracteriza por su lozanía, su anchura de gesto y su amplia humanidad.
Han sido varios los intentos de clasificación de las novelas picarescas. Debemos ver en ellos laudables intentos pedagógicos, pero como el ángulo de observación de la crítica varía con el tiempo y las estimaciones, esas clasificaciones están destinadas a ser inevitablemente caducas. Para algunos habrían de juntarse las primerizas (Lázaro, Guzmán, Justina) con el muy rezagado Estebanillo González, basándose en que en ellas el personaje anda todavía un poco a la deriva, objeto de su propia fortuna. Y dejaban para otro lugar las restantes (con algunas salvedades) porque en ellas el personaje obra con indudable autonomía y decisión propia. La clasificación peca de confundir el carácter del héroe con la arquitectura artística. El héroe de las primeras novelas está sujeto a su noluntad, gran rasgo del pícaro. Ése es el carácter que lo define y que lo diferencia en contraste con todos los demás héroes literarios, tanto españoles como europeos.
Otras veces la clasificación se ha hecho según el mayor o menor uso de los elementos moralizadores del libro. También se trata de una clasificación apoyada en la sobrevaloración de uno de los componentes constantes de las novelas. La manía moralizadora, el sentimiento ético, real en el autor o exigido por las circunstancias en que esos libros aparecieron, pueden darnos un índice claro sobre la personalidad y la decisión vital del escritor, pero nunca un elemento externo a las novelas que nos pueda servir para clasificarlas, para parcelarlas a nuestro antojo. No vale la pena, pues, intentar clasificaciones. Lo más claro y más eficaz es perseguir esas novelas desde su aparición, viendo qué aportan y qué tienen de sujeción al canon establecido por el Lazarillo1 y en qué medida se apartan de él, matizándolo, perfeccionándolo o dándole una dimensión distinta. Hay una evolución fácilmente perceptible desde el Lazarillo a todas las demás, hasta la disgregación final de los elementos picarescos, disgregación en la que la arquitectura de la novela establece contacto con otro tipo de narraciones (cortesanas, de aventuras, etc.), para dejar paso a la vitalidad por sí sola de los elementos picarescos, que podemos volver a encontrar en las circunstancias más inesperadas.
A partir del Lazarillo, las novelas picarescas adoptan una forma consagrada. Esa forma es la autobiográfica con muy pocas excepciones. El personaje habla en primera persona y narra su ascendencia, su educación, sus primeros pasos, el fluir de su vida, condicionada constantemente por el medio hostil. Todo va siendo, en el devenir de la novela, adjetivo y lateral. Lo único que le da consistencia es la circunstancia del héroe, de ser vivido todo por el mismo personaje. Las cosas y los acaeceres no tienen concatenación alguna, son puros azares, como la vida, lo menos sujeto a una ley previa. Esto condiciona también la estructura del libro, que, naturalmente, no tiene tampoco esquemas preconcebidos. Muchos capítulos podrían quizá ser suprimidos sin que la economía total sufriera. Pero de todos los episodios se desprende una evidente actitud moralizadora. El estoicismo con que soporta todos los reveses (inevitables, frecuentes reveses) y la fría autocrítica con que prepara y valora sus andanzas demuestran que el tan socorrido «senequismo» de la vida española informa al pícaro muy cumplidamente. Esa ética deducida (el autor no tiene interés en exponerla concienzudamente) se apoya en la experiencia larga (suele hablar ya viejo), cuando el personaje se ve de vuelta de las cosas y las gentes. Como digo, se trata de una filosofía de tipo practicista, que no se expone cuidadosa ni detalladamente, sino que se desprende de la actitud general ante los hechos. Sin embargo, en algunas ocasiones, el autor se ve en la necesidad de desarrollar razonamientos para justificar esta actitud, y llega a verdaderas disertaciones sobre casuística moral. Pretende usar de lo picaresco como un truco que le valga para ampliar su lección de moral, su ladera pedagógica. Así ocurre, por ejemplo, en el Guzmán, en el Marcos de Obregón, etc. Algún crítico, como M. HERRERO GARCÍA, buen conocedor de la picaresca, ha hecho ver cómo existe un parentesco entre la escapada moralizante de la picaresca y la textura del sermonario clásico. Según este crítico, la novela picaresca «es un sermón con alteración de proporciones de los elementos que entran en combinación». De todos modos, y aun considerando lo agudo de esta observación, la tendencia a explayarse moralizando lleva a la descomposición de la novela picaresca. Las digresiones se hacen largas, tediosas, y, aun sin perder el hilo, son fácilmente separables. En algunos casos, ya los editores del siglo XIX (en la Biblioteca de Autores Españoles, por ejemplo) al Guzmán de Alfarache le ponían las digresiones moralizantes entre corchetes, invitando al lector a pasar por alto los trozos comprendidos entre ellos. Tanto uno como otro criterio nos parecen hoy equivocados. La obra de arte es una criatura íntegra, que no puede ser mutilada a gusto de anónimo lector o editor. Hay que aceptarla como es, en su integridad, y explicarse cada uno de sus ángulos desde la totalidad armónica del conjunto.
Estas digresiones, en escritores de primera fila, alcanzan una calidad indiscutible. Pero llevan en sí un germen de ruina o decadencia. Pierden, en manos de escritores secundarios, todo aliento generoso y artístico, para convertirse en machaconería impertinente, en especioso sentido común, sin sentido definido ni forma concreta.
Como ya hemos dicho más atrás, el género sufre una evolución a lo largo de su vida. Uno de los aspectos donde más claramente se percibe esta evolución es el moverse del personaje. El pícaro es un vagabundo, un hombre que se lanza al sol y al aire de los caminos, dispuesto a buscarse en las revueltas de los mismos la contingencia que lo sostenga sobre esta tierra de Dios. Este vagabundaje ya comienza en el Lazarillo: el héroe sale de su Salamanca natal para buscar fortuna en las ciudades de Castilla: Toledo, Maqueda, Escalona, Illescas. Las novelas subsiguientes van ensanchando el horizonte de ese vagabundaje, y así Guzmán nos lleva a gran parte de Italia. El Buscón recorre varias ciudades españolas. Marcos de Obregón añade a la Península, Italia y el cautiverio argelino. El horizonte se va ensanchando, con notoria reducción del paisaje espiritual del héroe. Lo que ganamos en geografía lo perdemos en mirada atenta y hacia adentro. Estebanillo González nos lleva por Flandes, Alemania, Polonia, Francia e Italia. Esto produce un claro dominio de lo narrativo, acercando la picaresca al borde de la novela de aventuras, con la que tiene estrechas concomitancias. Cuando lo descriptivo domine, nos daremos de manos a boca con un costumbrismo sin acción ni personajes vivos. Tal es el arte de Zabaleta, de Francisco Santos, de Liñán, hecho de cuadros aislados, exagerando la semilla episódica de toda novela picaresca. En líneas generales se puede decir que la picaresca sufre un proceso de desintegración, fácilmente perseguible, y a través del que sobrenadan aquí y allá los vivos rasgos del personaje ya desligado de su esquema literario. Esta desintegración se ve crecer ya en los buenos escritores del siglo XVII. Marcos de Obregón no puede considerarse como un pícaro a la manera de Lázaro o del Buscón: es un buen viejo de gesto amable y simpático que casi escribe un libro de memorias. Marcos se queda siempre a la orilla del vivir y nos lo cuenta con un gesto de experiente suficiencia. El estudiante de El diablo cojuelo también contempla desde lejos la bribonería del mundo, sin ser partícipe de sus trampas. Por último, La garduña de Sevilla, ya una clara delincuente, no participa de la actitud de general defensiva en que el pícara vive: pasa a la iniciativa y al ataque, lo que la diferencia muy nítidamente de sus ilustres antepasados.
Dentro de esta evolución general de la novela picaresca, queda por señalar un apartado o variante más: es su entretejerse con la novela corta de ascendencia italiana, novela adaptada completamente a España por Cervantes. Rinconete y Cortadillo refleja el primer contacto entre esas dos vertientes. Con el inmenso cariño y la delicada ternura sobria de su autor, asistimos a una novela de pícaros, que se encuentra a enorme lejanía de la novela tradicional picaresca. El patio de Monipodio está envuelto en un halo de gracia y de frescura, de sin igual simpatía, halo que convierte a la novelita en un excelente cuadro de la realidad, sin acritudes ni amarguras, ni pesimismo. La corriente vuelve a aparecer, fructífera, en algunas novelas de Salas Barbadillo (El sagaz Estacio, marido examinado, El caballero puntual) y constituye el fondo más abundante en la producción de Castillo Solórzano. En esta ladera, la luz espléndida de Rinconete ilumina con nítidos perfiles toda una corriente de literatura española, que se caracteriza por su lozanía, su anchura de gesto y su amplia humanidad.
Picaresca, envés del héroe
En todo el Siglo de Oro, el pícaro encarna el antihéroe, el envés de un haz heroico y lleno de cotizables virtudes. Viene a ser algo así como la contrafigura del héroe y del santo. Pero no se extinguió su vitalidad ni su papel importantísimo en el nivel de la sensibilidad española, donde es muy fácil volver a encontrar asomadas de tipos y caracteres que participan de estos grandes vagabundos del XVI y del XVII. En el siglo XVIII, Torres Villarroel vuelve a narrarnos en su Vida otra sucesión de avatares de aire picaresco. También algunos episodios aislados del Fray Gerundio participan de este carácter. Una mirada muy cercana de signo reconocemos en algunos costumbristas del XIX y un guiño muy cercano nos asalta al leer las descripciones de mendigos en Misericordia de Galdós (donde vemos de nuevo al humilde servidor manteniendo de limosna al señor arruinado y lleno de vanos orgullos). Finalmente, en el arte de algunos episodios de Baroja (en los homúnculos de La lucha por la vida), o en los libros de Gutiérrez Solana, reaparecen estos personajes desorientados, sin norte y sin asidero, que se sobreviven en una desconsoladora anonimia. Y, para terminar, recordaremos algunas facetas de la novelística de Camilo José Cela (algunas hasta con título bien significativo: Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes, 1947), donde la mirada observadora de la realidad ingrata y cruel pone al desnudo las trampas, la moral acomodaticia, el poco respeto por el prójimo, también al viento —20→ y al sol de los caminos, o en los oficiosnon sanctos ni tolerables. Constante del arte nacional, detrás del que se esconde una mirada de encendida ternura por el desheredado, por el harapiento y mal nutrido hombre de cada hora, en la calle y en el afán. Al fin y al cabo, el gran invento del Lazarillo no fue otro que el de hacer del hombre de carne y hueso, con sus flaquezas y su difícil persistir sobre la tierra, un personaje literario. Antes de Lázaro, el personaje era un ente de ficción.
En todo el Siglo de Oro, el pícaro encarna el antihéroe, el envés de un haz heroico y lleno de cotizables virtudes. Viene a ser algo así como la contrafigura del héroe y del santo. Pero no se extinguió su vitalidad ni su papel importantísimo en el nivel de la sensibilidad española, donde es muy fácil volver a encontrar asomadas de tipos y caracteres que participan de estos grandes vagabundos del XVI y del XVII. En el siglo XVIII, Torres Villarroel vuelve a narrarnos en su Vida otra sucesión de avatares de aire picaresco. También algunos episodios aislados del Fray Gerundio participan de este carácter. Una mirada muy cercana de signo reconocemos en algunos costumbristas del XIX y un guiño muy cercano nos asalta al leer las descripciones de mendigos en Misericordia de Galdós (donde vemos de nuevo al humilde servidor manteniendo de limosna al señor arruinado y lleno de vanos orgullos). Finalmente, en el arte de algunos episodios de Baroja (en los homúnculos de La lucha por la vida), o en los libros de Gutiérrez Solana, reaparecen estos personajes desorientados, sin norte y sin asidero, que se sobreviven en una desconsoladora anonimia. Y, para terminar, recordaremos algunas facetas de la novelística de Camilo José Cela (algunas hasta con título bien significativo: Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes, 1947), donde la mirada observadora de la realidad ingrata y cruel pone al desnudo las trampas, la moral acomodaticia, el poco respeto por el prójimo, también al viento —20→ y al sol de los caminos, o en los oficiosnon sanctos ni tolerables. Constante del arte nacional, detrás del que se esconde una mirada de encendida ternura por el desheredado, por el harapiento y mal nutrido hombre de cada hora, en la calle y en el afán. Al fin y al cabo, el gran invento del Lazarillo no fue otro que el de hacer del hombre de carne y hueso, con sus flaquezas y su difícil persistir sobre la tierra, un personaje literario. Antes de Lázaro, el personaje era un ente de ficción.
ALGUNAS NOTAS SOBRE EL BARROCO
El Barroco surge en España en 1564 cuando, al final del Concilio de Trento, Felipe II convierte los edictos en leyes del reino; lo que propone, por tanto, es que el Renacimiento concluye tras la abdicación de Carlos V y en 1556 se puede dar ya por finalizada esta corriente. Sin embargo, queremos remarcar que, aunque son fechas señalables, nunca pueden considerarse un freno para el desarrollo de esta historia literaria.
El paso del Renacimiento al Barroco se produce sin brusquedad ya que se entiende como una superación de las formas anteriores y una adaptación de las mismas. Un ejemplo de ello es que en el S.XVI uno de los géneros con mayor acogida es el de los libros de caballerías, cuyos orígenes son típicos de la Edad Media, aunque se esplendor se dará en el siglo mencionado. Lo mismo sucede con la novela picaresca, que proviene de modelos ya utilizados en la Antigüedad clásica y que se consolidará como género propio del Barroco español.
Las formas mediante las que se expresará el nuevo estilo Barroco son inicialmente las mismas que las renacentistas, sólo que se desmesura progresivamente. Es, por tanto, el siglo de la desmesura, del retorcimiento… de ahí que su etimología quiera decir eso mismo: “perla que se retuerce”. El uso del término Barroco, surge por las transferencias de las categorías artísticas de Wölfflin en una obra titulada Conceptos fundamentales de la Historia del Arte (1815). Este término se aplica como categoría artística al S.XVII en España, aunque los cambios comienzan a desarrollarse tras la abdicación de Carlos V hacia 1580, en la poesía de Lope de Vega, Cervantes, Góngora. Que comienzan a escribir con los cánones renacentistas y que evolucionan hasta las formas barrocas.
Los autores españoles barrocos eran conscientes de estar viviendo una Edad de Oro literaria, relacionada con la hegemonía política y militar. Y, aunque fueran los Ilustrados del S.XVIII los primeros que utilizaron el concepto “Siglo de Oro” para identificar a los autores del S.XVI, y lo hacen en oposición al S.XVII ya que, de esta última etapa salvan a muy pocos autores porque creían que estaban contaminados de culteranismo y sólo salvan a aquellos que llevaban una marca clara del clasicismo. Por otro lado, esta terminología, también es un concepto que utiliza la Historiografía actual, aunque sea para denominar como “Siglos de Oro” a los siglos XVI- XVII. En la Literatura Española.
El Barroco surge en España en 1564 cuando, al final del Concilio de Trento, Felipe II convierte los edictos en leyes del reino; lo que propone, por tanto, es que el Renacimiento concluye tras la abdicación de Carlos V y en 1556 se puede dar ya por finalizada esta corriente. Sin embargo, queremos remarcar que, aunque son fechas señalables, nunca pueden considerarse un freno para el desarrollo de esta historia literaria.
El paso del Renacimiento al Barroco se produce sin brusquedad ya que se entiende como una superación de las formas anteriores y una adaptación de las mismas. Un ejemplo de ello es que en el S.XVI uno de los géneros con mayor acogida es el de los libros de caballerías, cuyos orígenes son típicos de la Edad Media, aunque se esplendor se dará en el siglo mencionado. Lo mismo sucede con la novela picaresca, que proviene de modelos ya utilizados en la Antigüedad clásica y que se consolidará como género propio del Barroco español.
Las formas mediante las que se expresará el nuevo estilo Barroco son inicialmente las mismas que las renacentistas, sólo que se desmesura progresivamente. Es, por tanto, el siglo de la desmesura, del retorcimiento… de ahí que su etimología quiera decir eso mismo: “perla que se retuerce”. El uso del término Barroco, surge por las transferencias de las categorías artísticas de Wölfflin en una obra titulada Conceptos fundamentales de la Historia del Arte (1815). Este término se aplica como categoría artística al S.XVII en España, aunque los cambios comienzan a desarrollarse tras la abdicación de Carlos V hacia 1580, en la poesía de Lope de Vega, Cervantes, Góngora. Que comienzan a escribir con los cánones renacentistas y que evolucionan hasta las formas barrocas.
Los autores españoles barrocos eran conscientes de estar viviendo una Edad de Oro literaria, relacionada con la hegemonía política y militar. Y, aunque fueran los Ilustrados del S.XVIII los primeros que utilizaron el concepto “Siglo de Oro” para identificar a los autores del S.XVI, y lo hacen en oposición al S.XVII ya que, de esta última etapa salvan a muy pocos autores porque creían que estaban contaminados de culteranismo y sólo salvan a aquellos que llevaban una marca clara del clasicismo. Por otro lado, esta terminología, también es un concepto que utiliza la Historiografía actual, aunque sea para denominar como “Siglos de Oro” a los siglos XVI- XVII. En la Literatura Española.
COMENTARIO DEL SONETO XXIII DE GARCILASO DE LA VEGA
En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;
y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre;
marchitará la rosa el viento helado.
Todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.
GARCILASO DE LA VEGA
contextualización:
Este soneto escrito por Garcilaso de la Vega uno de los autores renacentistas más importantes que destaca por renovar la lírica española introduciendo los temas (amor platónico) y los metros italianos(la lira o el soneto), especialmente de Petrarca.
temática:
El tema de este poema es el Carpe Diem (vive la vida, disfruta el momento). El poeta aconseja a una joven bella que aproveche su juventud antes de que sea tarde y se haga mayor. Podemos apreciar en los tercetos este consejo que el poeta dirige a la joven, animándole a disfrutar de su juventud.
Podemos dividir este poema en dos partes: los cuartetos describen (Descriptio Puellae) cómo es físcamente la muchacha: pelo rubio “que en la vena del oro se escogió”, piel blanca “azucena”, labios rojos “rosa”. Esta es la descripción del prototipo de mujer renacentista. Sin embargo en los tercetos, el poeta le aconseja con un verbo en imperativo (“coged”) que aproveche su juventud antes de que el tiempo acabe con su juventud (tópico literario del collige, virgo, rosas).
estructura métrica:
Esta composición poética es un soneto que consta de dos cuartetos y dos tercetos encadenados. La rima es consonante. Cada verso tiene 11 sílabas (endecasílabo). El esquema métrico es ABBA ABBA CDE DCE.
recursos literarios:
Para destacar la belleza extrema de la joven, Garcilaso utiliza varias metáforas. “La Rosa” y “la azucena” son ejemplos de la delicadeza de esta muchacha que se describe en el poema, además de que simbolizan cómo son de efímeras estas flores ya que ambas son flores de gran belleza pero poco durareras. También nos describen los sentimientos de la dama puesto que es “ardiente”, pasional como simboliza la rosa pero también es “honesta”, significado que podríamos atribuirlo a la azucena.
Especial atención al movimiento del pelo de la amada que se representa en el verso octavo con una enumeración “el viento mueve, esparce y desordena”. Garcilaso consigue la sensación de movimiento y viveza utilizando tres verbos en el mismo verso y que además ejemplifican el movimiento del pelo causado por el viento.
Asociaremos el tópico literario del Carpe Diem con las metáforas relacionadas con el paso del tiempo. El poeta utiliza a modo de metáfora la palabra ”primavera” para representar la juventud. Sin embargo, la vejez y el paso del tiempo las asocia con el invierno y por ello utiliza conceptos como “nieve” o “viento helado”. Reafirmando esta idea del paso del tiempo, comentaremos diversas figuras retóricas. Por un lado tenemos la anáfora de los versos 1º y 4º “en tanto que” que insiste en la idea de presente, es decir, en la juventud que ahora tiene la chica descrita. Por otro lado, el verbo principal del segundo terceto está en futuro “Marchitará”. Ello implica más una sentencia filosófica que bien sabemos que se cumplirá puesto que el poeta ya ha advertido que el tiempo, pasará, inexorablemente. El tiempo no se detendrá y mucho menos en su belleza y juventud.
conclusión:
En conclusión, el poeta hace un retrato idealizado de la enamorada propio de la influencia italiana de Petrarca. Es aquí donde comprobamos como un autor como Garcilaso renovó los temas de la lírica española del Renacimiento no conformándose en ser un simple imitador sino que tratando de dar nuevos matices a la tradición poética.
DE CÓMO EL MUNDO CLÁSICO LLEGÓ A LA LITERATURA OCCIDENTAL
La Historia Literaria se divide, como bien sabemos, en periodos con diferentes nomenclaturas que vienen determinados por criterios literarios. Con estas normas y otro tipo de consideraciones históricas (sociales, políticas, culturales) hemos de justificar las distintas etapas.
Para ordenar los primeros siglos de creación literaria se recurre al concepto de Edad Media y se habla, por tanto, de literatura medieval. Es un concepto que cobra su pleno sentido en oposición y en contraste con el Renacimiento. En este sentido, debemos señalar que los límites de la Edad Media deben fijarse entre los siglos X-XI hasta el siglo XV. Son siglos en los que prevaleció la oralidad y sirvió para que se cristalizasen las lenguas romances.
Pese a que se considera que las civilizaciones Griega y Romana fueron derribadas por completo con la llegada del Cristianismo, debemos señalar que esta visión del mundo clásico sólo fue transformada, aunque bien es cierto que Europa Occidental sufrió un gran retroceso en muchos aspectos como el cultural.
El renacer de la civilización de Occidente se debió, entre otras causas, por el redescubrimiento de la cultura grecolatina y que se inició hacia el año 1100, y que entre los años 1400 y 1600 alcanzó su mayor esplendor en cuanto a influencia de los modelos clásicos se refiere.
La Edad Oscura.
En este periodo no desaparecen totalmente los referentes a la época clásica. Un ejemplo de ello es la continuación del uso de las lenguas clásicas. En el caso del griego, estaba extendido y asumido como lengua en todo el Mediterráneo Oriental, Egipto, Palestina, etc. Es por ello que el Antiguo Testamento se escribiese en griego y no en otra lengua. El latín, por el contrario, se hablaba en la mayor parte de la Europa Occidental y el Norte de Italia.
Sin embargo, el influjo lingüístico desapareció casi por completo en Europa Occidental durante la Edad Oscura, imponiéndose el latín como lengua clásica imperante. Esta supervivencia, se dio de tres formas diferentes: con la aparición de las lenguas romances que derivaban del latín vulgar; en la Iglesia católica, traduciéndose la Biblia al latín para que fuese entendida por todos.
En el mundo de la religión y los monasterios, también sobrevivieron algunos modelos clásicos a través de las copias de los manuscritos. Los monasterios se erigieron como centros de cultura y a los estudiantes les enseñaban latín a través de obras de autores clásicos.
El último rastro del mundo clásico durante la Edad oscura lo encontramos en el recuerdo de la mitología, aunque bien es cierto que se hace de una forma parcial y extraña puesto que, en muchas ocasiones, no se adaptan a la idea monoteísta del Cristianismo.
La Edad Media.
El mayor auge de lo clásico durante la Edad Media se da en el ámbito de la educación, que intentó seguir como modelo a imitar la educación latina. Es de esta forma como aparecen las primeras universidades y se profundiza en lo educativo en determinadas órdenes eclesiásticas.
Es significativo, del mismo modo, que la lengua imperante en el mundo de la cultura medieval era el latín, aunque poco a poco irán ganando terreno las traducciones y algunos textos inéditos en lenguas romance. Esto hizo que se leyese a los poetas latinos y se los imitase en muchos aspectos diferentes y, del mismo modo, que se los estudiase.
El Renacimiento.
En contraposición a la lenta aparición del mundo medieval, el renacentista apareció y se impuso con una gran rapidez en la cultura europea occidental. Esto tuvo mucho que ver con los descubrimientos que se llevaron a cabo en este periodo: la aparición de textos clásicos o nuevos territorios hasta entonces inexpugnables como América o el cuerpo humano, suponen un nuevo cambio de concepción del mundo y del ser humano, que se reflejará directamente en la literatura. Lo mismo sucederá con el redescubrimiento del griego como lengua de cultura a través de los bizantinos que viajaban a Italia y a través de manuscritos antiguos escritos en la lengua helena y que fueron descubiertos en este periodo.
De esta forma, los hombres del Renacimiento comienzan a conocer, entender y empatizar con los autores clásicos, perfeccionando así sus estilos literarios y conociendo nuevas formas de escribir hasta entonces sepultadas por el oscurantismo anterior, fortaleciéndose así la importancia de lo estético y lo bello, siempre basado en los modelos del mundo grecolatino.
LA IMPORTANCIA DE LA TRADUCCIÓN EN LA RECEPCIÓN DE LAS OBRAS CLÁSICAS DURANTE EL RENACIMIENTO.
Las
obras de los clásicos y su influencia se dan en la Literatura de la Europa
occidental de tres formas diferentes. La primera de ellas es a través de la
traducción; otra sería a través de la imitación, siguiendo el modelo en lengua
clásica o, bien, intentando trasladarlo a su propia lengua. La tercera forma de
influjo del mundo clásico se da a través de la emulación de estos, ya que
intentan crear obras de gran nivel,
aunque no todos lo consiguen de igual forma.
Sin embargo, durante el Renacimiento
el factor más importante será el de la traducción ya que, entre otros asuntos,
se comienzan a traducir las grandes obras de los clásicos que, hasta entonces,
habían quedado ocultadas.
Esta tarea de traducción ya la había
comenzado en la Edad Media Alfonso X en su Escuela de Traductores de Toledo. El
afán de este monarca por dar a conocer los grandes textos del pasado, pasa por
su Crónica General y su General estoria, donde utiliza
conocimientos extraídos de historiadores clásicos como Suetonio o Plinio y de
poetas como Lucano, Estacio y Ovidio.
Para poder traducir a los clásicos,
los traductores debían conocer el latín, lengua que se introdujo por diferentes
canales. Uno de ellos fue que muchas palabras latinas y griegas se
naturalizaron entre las lenguas romances como el francés, adaptándose para un
uso más adecuado. Además los autores del Mester de Clerecía también latinizaron
su propio idioma.
En el caso de España, debemos
mencionar la importancia de Fernando de Herrera y Luis de Góngora, quienes
utilizaron un castellano plagado de latinismos y grecismos. El inglés, por otro
lado, también adoptó voces grecolatinas para denominar actividades
profesionales y términos religiosos y políticos.
La
introducción de este léxico en francés, inglés y español, dotó a estas lenguas
de una mayor flexibilidad y riqueza, característica que se iría acomodando
durante todo el Renacimiento. Además, el simple hecho de traducir textos
clásicos, también hizo posible que se fuesen asimilando algunos recursos
estilísticos grecolatinos como el clímax, el apóstrofe o la antítesis. Este
hecho, estimuló gratamente a los autores renacentistas, que pronto empezaron a
adoptar en sus obras los modelos clásicos.
Épica.
Tras la traducción de los poemas de
Homero, el modelo de la épica se expandió entre los círculos poéticos de la
época. El Marqués de Santillana tradujo la Ilíada
al castellano; Jean Samxon lo hizo al francés; Lorenzo Valla al italiano; en
alemán fue Simon Schaidenreisser quien tradujo la Odisea
y en castellano Gonzalo Pérez. La Eneida virgiliana, del m ismo modo, empezaría
a ser traducida en varias lenguas de la Europa occidental.
De nuevo, debemos nombrar a Alfonso X
El Sabio, quien introdujo en su General
estoria traducciones de Lucano y de las Metamorfosis
ovidianas.
Historia.
El italiano Lorenzo Valla traducirá
del griego al latín las obras de Herodoto y de Tucídides, que fueron la base
para futuras traducciones en lengua romance.
Carlos V de Francia mandó traducir al
francés los Comentarios de César y a
Suetonio. Al español, fueron traducidas por Juan Fernández de Heredia las Vidas paralelas de Plutarco y la Guerra de las Galias de César y Pedro
Simón Abril traduciría a Tácito.
Filosofía.
Las obras filosóficas más traducidas
durante el Renacimiento fueron las de Aristóteles, entre otros asuntos, porque
muchas de ellas fueron redescubiertas en este
momento. Sin embargo, existieron muchas traducciones latinas de los
diálogos de Platón.
En tiempo de Carlos V de Francia se
tradujeron al francés la Ética y la Política de Airstóteles, como también lo
fueron los diálogos De la amistad y De la vejez de Cicerón. Los Tratados morales de Plutarco, en cambio,
lo fueron en inglés.
El caso de las obras de Séneca es más
significativo, puesto que fue Erasmo quien tradujo del latín sus tratados
morales, aunque ya contaban con mucha difusión en latín durante toda la Edad
Media.
Teatro.
La traducción de obras teatrales fue
escasa y fragmentaria. Esquilo, Aristófanes, Sófocles y Eurípides no contaron
casi con traducciones en lenguas modernas. En cambio, Plauto contará con más
adeptos que los anteriores ya que el gusto por sus comedias fue mayor en
tiempos del Renacimiento.
En cuanto a las obras trágicas,
tenemos constancia de una primera traducción versionada de Medea, Tiestes y Las Troyanas
de Séneca al catalán a manos de Antonio Vilaragut.
Oratoria.
En el campo de la oratoria, destacan
la traducción de las Olintias de
Demóstenes al francés y al inglés y las tres obras de Isócrates, quien contó
con una gran aceptación durante el Renacimiento.
Obra menores.
Una de las obras que se encuentra en
este aparatado es la Poética de Aristóteles, que fue desconocida hasta el
S.XVI, casi en su totalidad. A partir de entonces las traducciones al latín
fueron numerosas, aunque fue poco común que se tradujese a las lenguas
modernas. La primera traducción al italiano en época renacentista fue la que
realizó Bernardo Segni en Florencia en 1549.
Luciano y Teócrito también fueron
traducidos, el primero en italiano, y el segundo en alemán, considerándose así
uno de los autores más influyentes del momento en territorios germánicos.
Fueron traducidos los novelistas
griegos, las cartas de Cicerón y, como no, los grandes poetas latinos: Las Bucólicas de Virgilio y las Geórgicas contaron con varias
traducciones en castellano; y las Odas
de Horacio también fueron una obre predilecta para las traducciones en lengua
española.
TRABAJANDO EL QUIJOTE
TITULO: EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA.
AUTOR: MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA.
FECHA: 1605 -1615.
CONTEXTO HISTÓRICO Y LITERARIO:
Cervantes vive en una época en que España pasa de los triunfos militares a la decadencia. Pese a que sigue su empresa de conquista en América, sus enemigos en Europa, especialmente Inglaterra y Francia, son cada vez más poderosos. España se ha convertido en la defensora del catolicismo frente a los protestantes, y se enfrenta, además, a la amenaza de los turcos en el Mediterráneo: En 1571, Cervantes participó precisamente en un episodio de ese conflicto: la batalla de Lepanto, algo de lo que siempre se sintió orgulloso. Pero esa victoria se vio ensombrecida por el desastre de la Armada Invencible, en 1588, que suele considerarse el inicio de la decadencia de España como gran potencia.
La sociedad se dividía, entonces, en tres clases diferenciadas. En la parte superior de la pirámide encontramos a la nobleza, desde los grandes nobles a los hidalgos, como o era el mismo don Quijote; viven de sus rentas y consideran vergonzoso trabajar con sus manos. Después tenemos a los eclesiásticos, que se encargan de la educación y del control del pensamiento por medio de la Inquisición. Por último, los plebeyos, cargados de impuestos y muchas veces empujados a la pobreza y a la delincuencia. Era, por tanto, una sociedad en crisis.
Pese a todo, la literatura y el arte fueron excepcionales durante los llamados Siglos de Oro. Cervantes conoció de primera mano el Renacimiento durante su estancia en Italia, y siempre fue fiel a su ideal de búsqueda de la belleza a través de la armonía y la sencillez. Pero poco a poco la estética fue cambiando y el arte empezó a complicarse, a buscar el efecto del contraste y de la sorpresa, a preocuparse por la forma tanto o más que por el contenido. Ese nuevo movimiento se denominaría posteriormente Barroco.
Hoy suele interpretarse que el Quijote tiene más de barroco que de renacentista, aunque lo más justo sería decir que comparte rasgos de las dos estéticas.
MIGUEL DE CERVANTES:
En este enlace obtendrás información interesante para conocer al autor de El Quijote.
ARGUMENTO:
Don Quijote de la Mancha, un señor ya entrado en años, es un aficionado a las novelas de caballería. Tal era su obsesión por leer que vendió parte de sus tierras para comprar más libros, y de tanto leer y leer, un buen día pierde el sentido de la realidad y se vuelve loco. Así decide, imitando a los héroes de sus libros, hacerse Caballero andante para vengar todos los actos malos que ocurran. Busca un escudero llamado Sancho Panza al cual promete riqueza y poder para él y toda su familia a cambio de que le acompañe en sus misiones. Y conseguirá que le hagan Caballero andante.
Don Quijote, hombre valiente y de lo más aventurero, se embarca (arrastrando a Sancho) en locas aventuras, hazañas, batallas y misiones, todas ellas en nombre de la justicia, el amor y, en definitiva, con el fin de salvar a cualquiera que esté en problemas. Su único objetivo es hacer el bien. Sancho Panza, quizá por un sentido de la responsabilidad, le sigue en sus andanzas, aunque piense que su amo ha perdido completamente el juicio.
Se encontrarán con otros caballeros, con molinos de viento transformados en gigantes y muchas aventuras más de las que siempre saldrá mal. Muchas veces se burlarán de él y terminará apaleado y magullado, pero nunca vencido.
Un día Don Quijote enferma. Aquí Don Quijote retoma la cordura y ya se llama a sí mismo por su nombre verdadero, Alonso Quijano. Don Quijote, el “Caballero de la Triste Figura” quiso gritar a voces su idea del amor, del honor, de la justicia y de la paz.
Aquí te facilito un vídeo sobre la serie que TVE realizó en 1992 y que te resultará interesante visualizar y que puedes ver completa en
http://www.rtve.es/television/el-quijote/
http://www.rtve.es/television/el-quijote/
ESTRUCTURA:
A continuación, te propongo dos análisis estructurales que pueden ayudarte a trabajar la novela. El primero de ellos re ayudará a situar las diferentes acciones y personajes del argumento:
Con la segunda propuesta pretendo que entiendas la estructura circular que Cervantes utilizó en cada una de las salidas de Don Quijote y cómo se van añadiendo a la trama los personajes más importantes:
FUENTES CONSULTADAS:
LA MUERTE COMO SONETO, EL SONETO COMO MUERTE.
Este trabajo de creación lo realizó el alumnado de 1º Bachillerato de Humanidades a comienzo de curso cuando nos disponíamos a entender el lenguaje poético y sus recursos. Aprovechamos el Puente de Todos los Santos para hacer estas creaciones a modo de "deberes". Aquí solo tenemos una pequeña muestra pero lo que está claro es que son unos verdaderos poetas.
EL RENACIMIENTO
https://issuu.com/celiabarrio/docs/el_renacimiento
EL HUMANISMO EN EL RENACIMIENTO
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