martes, 4 de abril de 2017

EL VALOR DEL SIMBOLISMO NOMINAL Y POLÍTICO DE DOÑA BÁRBARA

La novela de Rómulo Gallegos Doña Bárbara, no es sino una manifestación de lo que se venía conociendo desde el Facundo de Sarmiento como la lucha entre civilización y barbarie. En esta ocasión, el contexto que se nos presenta es el de la problemática socioeconómica que se vive en Venezuela hacia 1922, fecha de publicación de la novela que nos ocupa.
            Esta pretensión del autor, nos lleva a encontrarnos una narración cargada de simbolismo político que realiza a través de los personajes y de las descripciones detalladas del paisaje. De esta forma, hemos considerado oportuno, en primer lugar, tomar algunos de los personajes más importantes de la novela y, posteriormente, analizar algunos otros aspectos que ayudan a completar esta simbología política tan interesante para que la novela trascienda en el tiempo.
            Para comenzar, tomaremos los personajes que se nos presentan con rasgo positivos. Santos Luzardo es el abogado protagonista que regresa a sus orígenes para vender la finca familiar. Su nombre nos evoca la luz y la santidad, ideas que estarán presentes en su trayectoria narrativa. Será quien encarne el progreso y la esperanza en el futuro a través de la modernización que pretende llevar en su explotación ganadera. Este criollo consigue restaurar el orden alterado de una forma pacífica, aunando posturas muy divergentes inicialmente como son civilización y barbarie. Esta visión positiva y utópica de Luzardo está estrechamente relacionada con otro personaje: Marisela. Esta joven es la hija ilegítima de Doña Bárbara, y por tanto, representa la barbarie. Sin embargo, se va transformado con la acción civilizadora de Luzardo. Su nombre simboliza el mar que, junto con la luz (Luzardo) dan vida a la alegoría de las ideas reformistas que el autor quiere plasmar en la novela y que se llevan a cabo a través de la educación.
            El simbolismo político de esta labor educativa es muy fuerte en toda la narración y de ello encontramos ejemplos ya desde los títulos de los capítulos. De esta forma, en “Los amansadores” se nos describe la doma de un potro que simboliza el alma salvaje de Marisela que, finalmente, será amansada y reeducada. Por otro lado, “La bella durmiente” es otro de los capítulos que hace referencia a esta alma dormida de la joven que ha despertado gracias al amor que siente a Santos Luzardo y de su intención reformista.
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            Frente a estos personajes se encuentra Doña Bárbara que simboliza la barbarie. Esta mujer de carácter seductor y destructivo, encarna los valores negativos de América. Se nos presenta como un personaje cerrado y embrutecido, una mujer que se rebela en un mundo dominado por hombres y que se vale de hechicerías y supersticiones para conseguir sus propósitos. Es el arquetipo de latifundista hispanoamericano que ejerce su influencia desde la finca “El Miedo”. En el capítulo “Los rebullones” el autor utiliza este título como símbolo del mal carácter de Doña Bárbara, ya que hace alusión a unos pájaros fantásticos con esa característica. Pese a esta visión negativa que se nos ofrece de ella desde comienzo de la novela, es capaz de darse cuenta de la realidad cambiante y en su último paseo será consciente de ello con una alusión al tópico clásico Tempus Fugit: Las cosas vuelven al lugar de donde salieron, es decir, todo vuelve a la calma inicial.
            Junto a Doña Bárbara aparecen sus peones, todos ellos con las mismas connotaciones negativas de bárbaros, violentos y rudos. Sin embargo, tendrá una caracterización especial Guillermo Danger. Este norteamericano que inicialmente era cazador de caimanes y después ganadero (o ladrón de ganado) simboliza la civilización. Sin embargo, la visión política que nos presenta es totalmente negativa: Es un explotador y oportunista; es corrupto y degrada todo aquello con lo que tiene contacto. No es sino la visión de la presencia incipiente y corrupta de EE. UU en Hispanoamérica, por supuesto, como una forma de Imperialismo negativa desde el nombre del personaje en cuestión: Mr. Danger (Sr. Peligro).
            Por otro lado, tenemos espacios físicos en la novela dotados de un gran simbolismo nominal: Altamira y El Miedo. La primera de estas fincas es la propiedad de Luzardo, mientras que la segunda es la de Doña Bárbara. No son sino una alegoría del bien y del mal, respectivamente.
            La procedencia del nombre de Altamira puede llevarnos a dos interpretaciones: la primera de ellas la que hace referencia a las cuevas prehistóricas cántabras, por lo que sería algo así como una hipérbole de la Antigüedad; la segunda, sería entender que el término procede de “alta-mira”, lo que haría alusión a la actitud reformadora del autor y, por tanto, a la modernidad. De esta forma, se unen lo antiguo con lo moderno que no es otra cosa que la utopía con la que sueña Santos Luzardo y que no es más que, en definitiva, la reencarnación de América que anhela Rómulo Gallegos.
            El Miedo, en cambio, sería todo lo negativo que conlleva la barbarie y, en definitiva, lo que encarna el personaje de Doña Bárbara. Sin embargo y, como ya hemos mencionado, el bien triunfará sobre el mal.
            De esta forma, la dureza que supone la vida en el llano y la lucha constante de los personajes para su supervivencia está presente constantemente en la narración. El hombre es capaz de fundirse con la naturaleza y con otros seres para adaptarse al medio en el que viven. Es así como los caracteres de los personajes evolucionan y se modifican a través de la justicia, la educación y el bien. Por tanto, la visión positiva que se nos presenta en Doña Bárbara difiere mucho de otras novelas como La vorágine, donde la selva te acaba arrastrando.

            Rómulos Gallegos ve que es posible que el hombre cambie y se adapte al entorno de una forma pacífica y renovada, aunando el esfuerzo y el trabajo de toda la sociedad y conformar así una nación como declara al final de la novela: ¡Llanura venezolana! ¡Propicia para el esfuerzo como lo fue para la hazaña, tierra de horizontes abiertos, donde una raza buena, ama, sufre y espera! […].

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