domingo, 22 de mayo de 2016

ODÓN DE BUEN Y LOS INICIOS DE LA OCEANOGRAFÍA

No podemos hablar de Odón de Buen sin unirlo directamente a la Oceanografía. Resulta muy curioso que un hombre nacido en la provincia de Zaragoza, fuese el precursor de esta disciplina científica en España y que se codease con las más ilustres figuras científicas europeas de la época.

El propio Odón, indica en algunos de sus artículos sobre Oceanografía que los primeros estudios marinos importantes los realizó en norteamericano Matthew Fontaine Maury hacia 1851, todos ellos relacionados con la rama de la Oceanografía física. Maury fue el primero que publicó una obra en 1855 bajo el título de Oceanografía Física del Mar que hablaba, precisamente, de esta incipiente ciencia. Paralelamente, en Inglaterra, Edwuar Forbes comenzó a desarrollar investigaciones sobre Biología marina, relacionándolos con los conocimientos geológicos de su tiempo, aunque todavía no contaba con una aplicación metodológica adecuada.


Un importante viaje de carácter oceanográfico al que debemos hacer alusión es la expedición del Challenguer que se desarrolló entre diciembre de 1872 y mayo de 1876, una vuelta al mundo cuyo objetivo fue recoger organismos marinos de todo tipo. Además, se ocupó de realizar una medición más precisa de los mares y océanos terrestres, de la dirección de las corrientes marinas, etc. El éxito rotundo de este viaje hizo posible que se realizasen multitud de expediciones oceanográficas en muchos países europeos, aunque no debemos olvidar a las dos figuras relevantes de este momento: Alexander Agassiz (1835-1910) y el Príncipe Alberto de Mónaco (1848-1922), que gracias a sus posibilidades económicas y a su gran interés por esta ciencia, pudieron financiar sus propias expediciones y colaborar económicamente en las de otros.
Las expediciones de Agassiz se realizaron por el continente del que procedía, América. Embarcado en el Blake y en el Albatros, principalmente, recorrió los mares tropicales del Caribe, el Pacífico Tropical, etc. Prestando especial interés a las profundidades marinas y a los diferentes organismos que las habitaban.
El príncipe Alberto de Mónaco también compartía estas inquietudes con Agassiz aunque se distinguía por ser un experto navegante, algo inusual entre los oceanógrafos. Por ello, todos sus buques poseían la equipación adecuada para la investigación científica. Su vínculo con España fue muy fuerte porque, entre otros asuntos, fue aquí donde sirvió a la marina en su juventud y donde aprendió todos sus conocimientos sobre navegación. En una de sus conferencias de la Real Sociedad Geográfica señala que:

Tiempo ha que contribuyo con todas mis facultades al desarrollo delas ciencias del mar en los países cultos de Europa; más, apresuróme a decirlo, en parte alguna lo hice con la emoción que aquí me embarga. Entre vosotros, en efecto, bajo los pliegues de la bandera española, aprendí el oficio de marino, al propio tiempo que se apoderaba de mí la afición al mar. (De Buen, 1943, 259)

            Odón de Buen sintió una gran admiración y mantuvo una estrecha amistad con esta ilustre personalidad, participando con él en varias salidas por mar. De esta forma, dedica a este oceanógrafo una parte en sus Memorias, donde, entre otros asuntos, plantea sus ideas sobre Oceanografía, que recoge de la obra La carrera de un navegante, del propio Alberto de Mónaco:

Mis sentimientos sobre muchos puntos chocarán sin duda a los espíritus estacionarios o timoratos; los que ocultan su miedo a lo desconocido con las alusiones místicas, las frivolidades mundanas o la inercia de las costumbres. Pero la conciencia de los príncipes, largo tiempo sometida a las tradiciones improgresibles, puede impresionarse actualmente por las lecciones de la Naturaleza y dela Ciencia; desprecia entonces una política orientada hacia el antagonismo entre las naciones, el derecho más fuerte y la ficción de las fronteras; combate los ruines temores atávicos de la religión, de raza y de casta inspirándose en un porvenir en que la humanidad solidaria practique la justicia. (Ibídem, 260- 261)
Las aportaciones más importantes de Alberto de Mónaco a la Oceanografía, fueron la creación del Instituto de Estudios Marinos en la Sorbona, El Museo de Mónaco y El Museo Oceanogáfico de Mónaco.


            En este contexto es donde Odón de Buen se iniciará en esta ciencia y donde comenzará sus primeras investigaciones De Kristianía a Tuggurt a bordo de la Blanca, expedición que afrontará con una gran ilusión:
Describir la alegría que produjo ese nombramiento es tarea superior a mis facultades de expresión escrita. Resolvía, quizás para siempre, el problema de mi vida. Me permitía ver muchos países, sufrir la emoción de los grandes fenómenos de la naturaleza, de los contrastes sorprendentes que ésta ofrece en distintas latitudes y a diversas alturas, vivir la vida a bordo, visitar los más ricos museos y los laboratorios más famosos; conocer a los sabios de mayor renombre que admiraba ya por sus trabajos; leer mucho, ver mucho, pensar mucho y con firma base. ¡Qué ensueños durante noches y noches!
No fue, justo en confesarlo, la realidad como el ensueño. En primer lugar, yo era muy joven, recién salido de las aulas, con conocimientos incompletos y superficiales merced planes pedagógicos descabellados. En estas condiciones investigar, iba a prender, eso sí, a orientarme a documentarme ampliamente, a adquirir conocimientos profundos, que aprovecharían mis alumnos. De la ciencia del mar, nada, ni siquiera el conocimiento elemental de los animales marinos; del arte de navegar, nada; unas nociones deficientes de cosmografía; de geografía física, poca cosa y aprendida por afición fuera de la Universidad; iba a manejar el microscopio por primera vez y los aparatos de captura de estudio de los seres marinos me eran desconocidos.

Iba bien preparado como colector para un museo, y nada más. Pero tenía fe, entusiasmo orientación para trabajar solo, propósito de trabajar sin descanso, de no perder minuto. No estaba bien preparado para un viaje de esa envergadura., ¿pero había entonces quién estuviera mejor preparado que yo? (Ibid., 45- 46)
Es significativo también para Odón de Buen el laboratorio de Banyuls sur la Mer, ya que será allí donde realizará muchas de sus investigaciones y donde llevará a sus alumnos de la Universidad de Barcelona en varias ocasiones para instruirlos, la primera en 1889. Esto supuso una coordinación entre las Universidades de París y Barcelona, algo poco frecuente hasta el momento, y un claro anhelo por parte del zufariense:
Desde las primeras visitas a Banyuls forjé mi propósito de crear algo inusual en España; no siempre habíamos de aprovechar la fraternal hospitalidad francesa, tan generosamente prodigada, y ¡quién sabe si, andando el tiempo, podría yo ofrecer a profesores y estudiantes franceses igual acogida en idéntico ambiente! (Ibíd., 165)
Estas relaciones hicieron que se consolidase como discípulo de la ciencia francesa y que pronto empezase a interesarse más por la Oceanografía física, y permitieron que, debido a su impulso en el ámbito internacional, se creara en 1906 el Laboratorio de Palma de Mallorca. Es el Ministerio de Instrucción Pública quien decide que esta construcción dependa directamente del Museo de Ciencias de Madrid, entonces con Odón de Buen al frente. Como referente en este nuevo laboratorio, se iban a tomar los estudios realizados por el príncipe Alberto I sobre la física y la química en el mar y se continuarían otros orientados a la Biología marina.
Dos años después, formará parte del elenco de ponentes del Congreso Internacional de Zoología celebrado en Mónaco, donde el Príncipe de Mónaco se proclamará como padrino de la Oceanografía española y de Odón de Buen, llegando incluso, a defender los proyectos e Odón ante Alfonso XIII. De esta forma, el laboratorio de Palma comenzó a ser utilizado por investigadores internacionales, adquiriendo un gran prestigio. Así pues, en 1914, gracias a la presión internacional y al gran interés por parte del zufariense, se consigue la creación del Instituto Oceanográfico Español, tomando como modelo el de Mónaco.
Pese a su deficiente infraestructura, España se incorpora al Comité Oceanográfico Internacional dirigido por el Príncipe de Mónaco, que marca las directrices que deben seguirse en las investigaciones oceanográficas a partir de entonces.

            
                Estos pequeños avances, hacen que Odón de Buen y la Oceanografía española se abran camino en el ámbito continental. Es así como aparece reflejado en sus Memorias, en 1921 se reúne la Asamblea de la unión Geodésica y Geográfica Internacional, designando a Odón presidente de la Comisión para el estudio del Atlántico, puesto del que cesaría poco tiempo después, para ocupar el cargo de presidente que se había quedado vacante tras la muerte de Alberto de Mónaco.

            Tras su gran éxito y como reconocimiento a sus méritos, es invitado a tomar parte en una expedición alrededor del mundo, pero tiene más de 60 años y es demasiado mayor para acometer este sueño que dio comienzo con su viaje De Kristianía a Tuggurt, por lo que serán sus hijos Fernando y Rafael, jefe de Biología del Instituto y subdirector del Instituto respectivamente, quienes participen en esta aventura marina. Tanto Fernando como Rafael fueron continuadores de su trabajo en el campo de la Oceanografía: Rafael estudió Ciencias Naturales y fue instruido por el propio Alberto de Mónaco y participó con él en varias expediciones de gran calado, pudiendo ostentar así cargos importantes como la vicepresidencia de la Planicie Continental en el Consejo Permanente para la Exploración del Mar. Por otro lado, Fernando de Buen compaginó los estudios de Ciencias Naturales y Farmacia y siguió los pasos de su padre y su hermano.

            Son muchos los logros conseguidos por Odón de Buen en el campo de la Oceanografía, aunque su reconocimiento lo tuvo, sin duda alguna, a nivel internacional. Publicaciones diversas, direcciones y presidencias de diferentes organizaciones científicas, campañas oceanográficas y un gran compromiso con el progreso científico, fueron las bases de la Oceanografía española. Algo que se desvaneció con la llegada de la Guerra Civil Española y con su exilio forzoso, primero a Francia y luego a Méjico, donde seguirá llevando a cabo sus investigaciones. Este reconocimiento fue lo que le sirvió para conseguir su libertad tras ser encarcelado en Mallorca:
Bien pronto se pusieron en movimiento entidades científicas prestigiosas; sobre todo mis colegas del Consejo Internacional Permanente para la exploración del Mar y de la Comisión para la Exploración Científica del Mediterráneo. La primera presidida por el caballeroso delegado inglés Mr. Maurice, un presidente ideal y a su lado, como vicepresidente, el ilustre Theodoro Tissier que tan justos prestigios y tan altos cargos disfruta en Francia; el subsecretario de Estado alemán, siempre amable y correcto, Mr. Heinrici; los sabios profesores Hjord y knudsen, escandinavos y el patriarca de la oceanografía Profesor Otto Petterson, de fama mundial. De la Comisión del Mediterráneo era yo vicepresidente y la presidía el gran almirante duque Thaon di Revel, un ídolo de Italia después de sus triunfos en la guerra del 1914 al 18.
    Con verdadero cariño y con el apoyo de otras entidades comenzaron las gestiones para obtener mi libertad. Se puso en juego la diplomacia. Las grandes comisiones mencionadas están constituidas por convenios diplomáticos y como la sede oficial del Consejo para la Explotación del Mar, reside en Copenhague, es el Gobierno danés el encargado de representarlo. De él, por tanto, partió la petición formal de mi libertad. En efecto, un buen día se presentó el Sr. Cónsul de Dinamarca en Palma para enterarse de mi situación y transmitir por intermedio de su Gobierno al Consejo sus impresiones. (Ibid., 438-439)


Lo único que sobrevivió a esta etapa de retroceso fue el Instituto Oceanográfico Español, que es su verdadero legado en nuestro país.

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