En el Congreso se ha propuesto rebajar la edad de voto de los
18 a los 16 años. Con esta medida se propone que los jóvenes que ya tienen
plenos derecho en otras áreas como la laboral, penal, judicial o tributaria
obtengan el derecho a voto como los ciudadanos responsables que se supone que
son. Tras esta propuesta apoyada principalmente por los partidos de izquierdas
surgen numerosos argumentos tanto en contra como a favor.

Posiblemente, si comparamos las propuestas, la que parece más
justa y democrática parece la primera que nos llevaría a la igualdad de
derechos y a un mundo justo de color de rosa. Ahora miremos a la juventud
(evidentemente no toda, con algo de suerte menos de un tercio) y futuros
votantes en pleno derecho que se sienten ofuscados y angustiados por la
realidad de no fumar en clase, enfrentados al sistema capitalista que sube los
precios del whisky y la maría, preparados para defender hasta la muerte la
ideología de juego del Barça y relacionándose como borregos con la misma
capacidad de raciocinio.
Por suerte, esto no se puede aplicar al resto de la
población, ¿o si?
Mario Izquierdo Castro 1º BH
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