lunes, 28 de marzo de 2016

LA PERSPECTIVA MISÓGINA DE QUEVEDO.

       Francisco de Quevedo Villegas nació en Madrid y participó activamente en la Corte y en las intrigas de la misma, por las que fue desterrado y condenado a tres años de cárcel. Destacó no sólo por sus actividades poéticas, sino también por las políticas. La obra de Quevedo destaca por su originalidad, tanto en los temas como en el uso de la lengua. Fue el máximo exponente del estilo conceptista.
          El poeta madrileño nunca alcanzó, positivamente, ni gran fortuna ni posición social consolidada. Al mismo tiempo, recluye y aísla su intimidad hasta utilizar contra sí su propia miopía o su cojera, que se levantan como irónica barrera contra los ataques satíricos de los demás. Debemos añadir que el egocentrismo quevediano es incapaz de desplazarse a vidas ajenas, a crear personajes de calor humano. Pero, en contrapartida, su agudísima mirada bucea en sí mismo y en la miserable condición del hombre, sin paliativos y sin adornos sensoriales. Podemos decir que nos situamos ante una obra conflictiva, donde las tensiones cultural y vital se unen. De tal manera, que la distensión anímica podrá explicar en parte el contraste de temas y motivaciones, tan barrocamente significativo.
          Quevedo, ausente de luz y de color, bucea cerebralmente en el contraste lingüístico que los juegos verbales del conceptismo le ofrecen. Escribió mucha poesía y prosa y se caracterizó por los contrastes propios de la época. Su lenguaje es culto y popular y hace uso de un tono grave y burlesco. Pese a que fue famosos antes de su muerte (sus composiciones se transmitían en manuscritos) la publicación de sus obras se produjo con posterioridad.
  
          En la obra que hemos utilizado como referencia para exponer estas ideas, los Poemas Escogidos2, José Manuel Blecua optó por clasificar los poemas aquí recogidos en cuatro bloques, de los cuales analizaremos detenidamente los poemas satíricos y burlescos como ejemplo de sátiras en la literatura barroca española.
          En las siguientes líneas nos centraremos en las de índole satírico- burlesca aunque no debemos dejar al margen otros temas de su poesía como los temas graves: los metafísicos sobre el sentido de la vida, la muerte o el paso del tiempo, temas claves en el Barroco; los poemas morales que versan sobre el poder o la fortuna; los poemas amorosos en los que combina tópicos petrarquistas y su apasionamiento personal, logrando así una expresividad increíble.

          Dentro de su lírica poesía considerada como juego de ingenio, podemos hablar de los poemas satíricos que destacan por la experimentación lingüística, su visión crítica de la sociedad y la perspectiva burlesca y disparatada. No debemos olvidarnos que en su poesía burlesca los temas son de lo más variados y nos ocuparemos de analizarlos detenidamente.
          Para finalizar estas notas, debemos remarcar que la poesía quevediana cuenta con múltiples vertientes: la patriótico-moral, la amorosa y la satírico-burlesca, donde fustiga los peligros de la ciudad, las costumbres femeninas, la ambición de poder, etc.



 Sin embargo, la pretensión de estas líneas es desarrollar algunos aspectos del trabajo de Ignacio Arellano La poesía satírico burlesca de Quevedo: coordenadas esenciales.3
          Como podemos comprobar en los poemas de esta índole, hay una serie de temas que podrían denominarse obsesivos dentro de la obra de Quevedo. Nos encontramos así con composiciones que degradan la condición femenina y la figura de la mujer anciana, que siempre va a ser caricaturizada. Lo apreciamos claramente en composiciones como:

  Vieja roñosa, pues te llevan, vete;
No vistas al gusano de confite,
Pues eres ya varilla de cohete.
   Y hueles a cisco y alcrebite,
Y la podre te sirve de pebete,
Juega con tu pellejo al escondite.4

          Se burla del amor y los casamientos ridículos que siempre terminan en cuernos. Hay numerosos ejemplos de este tema pero podemos ejemplificarlo con la letrilla que comienza:

Que te la preste el ginovés
Al casado su hacienda;
Que al dar a su mujer por prenda,
Preste él la paciencia después;
Que la cabeza y los pies
Le vista el dinero ajeno.5

          Por otro lado, debemos hacer referencia a la misoginia que se vislumbra en los poemas del madrileño y que más detalladamente analizaremos en las siguientes páginas.


          Como bien indica Arellano, Quevedo realiza una crítica voraz a los festejos de su tiempo como toros, romerías… y a todo cuyo origen sea popular. Del mismo modo, podemos encontrar interesantes sátiras contra la organización social del momento. Analizaremos ataques contra el dinero, la falsa nobleza o la estratificación tradicional. Entre otras composiciones podemos destacar la letrilla satírica cuyos primeros versos son:

Pues amarga la verdad,
Quiero echarla de la boca;
Y si l´alma su hiel toca,
Esconderla en necedad.6

          Aunque, sin duda alguna, de lo que más constancia ha quedado han sido de sus caricaturas a personajes coetáneos como su rival poético, Luis de Góngora. El soneto más conocido sobre este tema es Érase un hombre a una nariz pegado7. En estos ataques personales no sólo aparecerán narigudos, sino que también encontramos calvos, mosquitos…

          Los temas de la poesía satírico burlesca de Quevedo son muy variados y están muy definidos, como veremos en las siguientes páginas. No debemos olvidar que, gracias a este poeta, la poesía de esta índole gozó de un mayor protagonismo en la Historia de la Literatura Española.
  

                    Quevedo nos muestra, pues, su visión de la mujer desde una perspectiva misógina, por lo que podemos pensar que tiene muy presente el mito de Pandora que considera que lo femenino trae el mal consigo. Así pues, nos presenta diferentes tipos de mujer, aunque ninguna de ellas destaca por posees características positivas.

Comenzaremos con las caricaturas que realiza a las viejas. Critica la utilización de productos cosméticos para enmascarar su senectud porque por su belleza ya no puede hacerse nada. Este tema lo vemos recogido en versos como:

Tú juntas, en tu frente y tu cogote,
Moño y mortaja sobre seso orate;
Pues, siendo ya viviente disparate,
Untas calavera en almodrote.8

          En el soneto, con la misma crueldad que en los versos anteriores, le dice a la anciana que no vista el gusano de confite 9, haciéndole ver cuál será su fin inmediato. No va a ser la única caricatura de este tipo que nos encontramos. De una forma similar, va a describir a la mujer de un abogado. En el siguiente fragmento vemos cómo, a base de chistes, elabora esta cruel y satírica descriptio puellae:

   No cara, sino Carón,
El barquero del abismo;
De la capacha del diablo,
Andadera de espartillo;
   El cabello como el don,
Para no decir postizo,
Negro de él, pues acompaña
Dentro en Sevilla a Calvino.10


Pero Quevedo no tiene suficiente con esto, sino que la considera una criatura demoníaca:

Mas yo me parto a buscar
Quien conjure basiliscos
Por si a sacaros del mundo
Pueden valer exorcismos. 11

          Hay que tener presente que su misoginia va a centrarse, del mismo modo, en mujeres más jóvenes que va a comparar con las anteriormente citadas. Encontramos otras descriptio puellae satíricas como la que aparece en el soneto donde hemos extraído estos versos:
 Malas machas tenéis en ese cuero;
Lo rubio es de candil, no de candelas;
La cara, en fin, de lamprea un harnero.12

Todo el tiempo observamos cómo Quevedo juega en sus composiciones con el lenguaje. Son chistes fáciles de comprender pero perfectamente trabajados.
          La visión de la mujer en la poesía quevediana cuenta con otros rasgos como es la comparación de las féminas con las serpientes. Es una reminiscencia  Eva quien, engañada por la serpiente, embaucó a Adán para que probase el pecado. Esta idea aparece en versos como los siguientes:

Una picaza de estado,
Entre mujer y serpiente,
Pantasma de las doncellas
Y gomia de los billetes.
                (…)
Con su lengua de escorpión
Esto le dijo a un pobrete.13

Está equiparando a la mujer con la serpiente y el escorpión, ambos símbolos ofidianos que contienen veneno y, por tanto, son dañinos para el hombre. Estas imágenes se repiten obsesivamente en sus burlas machistas.

No contento con ello, se apunta un rasgo más que incluye en su tópico de mujer y se vislumbra en los versos:
    La morena que yo adoro
Y más que a mi vida quiero,
En verano toma el acero
Y en todos los tiempos el oro.14

Del mismo modo, encontramos numerosas burlas al matrimonio ejemplificándolo con casamientos ridículos que siempre terminan en cuernos. Esta situación se da porque el único cometido de la fémina es el casamiento y si tienen buena dote, no tendrán ningún problema para alcanzar tal propósito. Lo vemos planteado en el soneto que comienza Trataron de casar a Dorotea 15. Quizás, debido a esa obsesión, Quevedo equipara a todo lo que rodea al deseo femenino como una plaga como bien nos comenta el propio poeta: Mujer que dura un mes, se vuelve plaga.16
En la mayoría de los casos, estos matrimonios absurdos terminan en cuernos como se nos muestra en algunos sonetos: ¿Es más cornudo el Rastro que mi agüelo?17Cubriendo con cuatro cuernos18… E, incluso, llega a presentar estas descripciones en boca de las propias mujeres:
Sabed, vecinas,
Que mujeres y gallinas
Todas ponemos:
Unas cuernos y las otras huevos.19


En resumen, Quevedo considera a las mujeres, desde el comienzo de los tiempos, como enemigas acérrimas del hombre. No son castas, se aprovechan del hombre, son adúlteras… hasta su muerte. Estos pensamientos suponen una constante en su temática satírica y burlesca.

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2. Quevedo, Francisco de; Poemas Escogidos, Ed. José Manuel Blecua. Madrid, Castalia, 1989.
3. Arellano, Ignacio: “La poesía satírico burlesca de Quevedo: coordenadas esenciales” en Francisco de Quevedo: una creación pedagógica e innovadora. Barcelona, Anthropos, 2001.
4. Quevedo, Francisco de; Poemas Escogidos, Ed. José Manuel Blecua. Madrid, Castalia, 1989, pág. 202.
5. Ibidem, pág. 232- 234.
6. Ibidem, pág. 219.
7. Ibid., pág. 188.
8. Ibidem, Pág. 202.
9. Ibid.
10. Ibid., pág. 300- 301.
  11. Ibidem, pág, 304.
12. Ibid., pág. 207.
13. Ibid., pág. 268.
14. Ibidem, pág. 223.
15. Ibid., pág. 192-193.
16. Véase nota 15.
17. Ibid., pág. 209.
18. Ibid., pág. 284.
19. Ibid., pág. 212.

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