viernes, 11 de marzo de 2016

RÉQUIEM POR UN PEDAGOGO ZUFARIENSE


Este artículo lo escribí en 2013 pero lo retomo porque todavía sigo teniendo esta preocupación y, aunque las cosas parece que están cambiando a nivel autonómico, a nivel nacional todavía queda mucho por hacer y, más aún, teniendo en cuenta la situación de caos político en la que estamos sumidas:

Imagen cedida por Chema Agustín.

Si Dios existiese, le pediría que nos devolviese a Odón de Buen: con sus gafas, su bigote, su vocación pedagógica y sus ganas de luchar por las causas justas. Es por eso que este 2013 en el que se celebra el 150 aniversario de su nacimiento, sólo se me ocurre pensar en cómo se sentiría en momentos como este, en el que la Enseñanza Pública, en la que creía indiscutiblemente, se nos viene abajo.
Es curioso observar como esta época del fin de siglo XIX en la que vivió Odón de Buen se caracterizó, entre otros aspectos, por el surgimiento de numerosas corrientes pedagógicas renovadoras. El ejemplo más claro fue la Institución Libre de Enseñanza objetivo era defender la libertad de cátedra, desligándose así de los dogmas religiosos, políticos y morales. Sin embargo, aunque se erigió como el centro de la cultura y la pedagogía más moderna en España hasta el comienzo de la Guerra Civil, aparecieron otros movimientos de liberación pedagógica en Cataluña, que pretendían arrancar de manos de la Iglesia el monopolio que ésta tenía sobre la enseñanza, como es el caso de la Escuela Moderna. El mismo Odón fue partidario de estas corrientes  y remarca en sus Memorias:

Fui siempre  partidario de la enseñanza laica y enemigo irreconciliable de la escuela oficial española, ayuna de un buen plan pedagógico, rutinaria, arcaica en procedimientos, en material, en locales, y con un personal reclutado en una lección al revés, confesional en exceso y deficiente en enseñanzas ciudadanas, fuera de las realidades de este mundo por pensar demasiado en el otro mundo. (De Buen, 1943, 95).

Serán también estos nuevos modelos los que sigan como punto de partida, años después, las Misiones Pedagógicas de la II República, cuyo objetivo principal era llevar la cultura al medio rural, que tan carente de estos recursos se encontraba. Así que cuesta entender que sólo por ello, por defender un modelo educativo justo, estas personas fueran apartadas de la docencia, perseguidas, repudiadas, encarceladas e, incluso, asesinadas. Por defender una educación pública a la que toda la población tuviese acceso, independientemente de su origen y condición, y que estuviese desligada totalmente de la Iglesia.
Sin embargo, el modelo educativo franquista hizo desaparecer estos hitos logrados (lógico si se habían ocupado de exterminar a toda la clase intelectual española que los había llevado a cabo) y no fue hasta hace pocas décadas,  cuando volvió a conseguirse  que la educación pública contase con la importancia que se merecía.  Aunque, como bien estamos viviendo, de nuevo, estamos viendo cómo se esfuma gracias a Wert y su maravillosa LOMCE. Una ley educativa que entra en vigor este próximo curso y que favorece claramente a los centros concertados y privados, que segrega por sexos, que menosprecia al profesorado, que disminuye las becas y que no tiene en cuenta al medio rural. Es decir, un claro retroceso por el que tantas personas, incluido Odón de Buen, llevan luchando desde el S.XIX.
Y es en estos momentos cuando echo la vista a atrás y recuerdo los nueve años que estudié en el Colegio Público Odón de Buen; los seis, que sirvieron para que formase parte de una de las primeras generaciones de ESO y los dos de Bachillerato en el IES Gallicum; los cinco en la Universidad de Zaragoza; los cinco que he trabajado como profesora interina de Secundaria… y recuerdo a mis maestros, a mis profesoras y profesores, a mis compañeros… y pienso en qué haría ahora Odón de Buen y lo tengo claro: seguir creyendo, cada vez más, en que esta causa merece la pena y que hay que seguir dejándose la piel, si es necesario, por conseguir lo que es justo.
¡Y lo justo ahora es defender la educación pública! ¡Salir a las calles, quejarse, manifestarse, gritar y defender lo que tantos años nos ha costado conseguir! Porque no quiero que las próximas generaciones se vean privadas de lo que yo he podido disfrutar, de mi derecho constitucional como española y que, poco a poco, se están encargando de difuminar con la excusa de la crisis. Quieren que España vuelva a ser un país de analfabetos en el que sólo una elite pueda acceder a la educación y revivir ese medio rural de los señoritos y los caciques de pueblo que Delibes tan bien reflejó en Los santos inocentes para poder llevarnos por donde les plazca y dejarnos sumidos en la ignorancia.

Pero sé bien que esto no va a pasar porque no nos vamos a dejar amedrentar, porque vamos a seguir creyendo en las causas justas y porque, aunque Odón de Buen ya no vaya a volver a luchar como lo hizo en su día, seguiremos empeñándonos en conseguirlo. 

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