La
Historia Literaria se divide, como bien
sabemos, en periodos con diferentes nomenclaturas que vienen determinados por
criterios literarios. Con estas normas y otro tipo de consideraciones
históricas (sociales, políticas, culturales) hemos de justificar las distintas
etapas.
Para ordenar los primeros siglos de
creación literaria se recurre al concepto de Edad Media y se habla, por tanto,
de literatura medieval. Es un concepto que cobra su pleno sentido en oposición
y en contraste con el Renacimiento. En este sentido, debemos señalar que los
límites de la Edad Media deben fijarse entre los siglos X-XI hasta el siglo XV.
Son siglos en los que prevaleció la oralidad y sirvió para que se cristalizasen
las lenguas romances.
Pese
a que se considera que las civilizaciones Griega y Romana fueron derribadas por
completo con la llegada del Cristianismo, debemos señalar que esta visión del
mundo clásico sólo fue transformada, aunque bien es cierto que Europa
Occidental sufrió un gran retroceso en muchos aspectos como el cultural.
El renacer de la
civilización de Occidente se debió, entre otras causas, por el redescubrimiento
de la cultura grecolatina y que se inició hacia el año 1100, y que entre los
años 1400 y 1600 alcanzó su mayor esplendor en cuanto a influencia de los
modelos clásicos se refiere.
La Edad Oscura.
En este periodo no desaparecen
totalmente los referentes a la época clásica. Un ejemplo de ello es la
continuación del uso de las lenguas clásicas. En el caso del griego, estaba
extendido y asumido como lengua en todo el Mediterráneo Oriental, Egipto, Palestina,
etc. Es por ello que el Antiguo
Testamento se escribiese en griego y no en otra lengua. El latín, por el
contrario, se hablaba en la mayor parte de la Europa Occidental y el Norte de
Italia.
Sin embargo, el influjo lingüístico
desapareció casi por completo en Europa Occidental durante la Edad Oscura,
imponiéndose el latín como lengua clásica imperante. Esta supervivencia, se dio
de tres formas diferentes: con la aparición de las lenguas romances que
derivaban del latín vulgar; en la Iglesia católica, traduciéndose la Biblia al latín para que fuese entendida
por todos.
En el mundo de la religión y los
monasterios, también sobrevivieron algunos modelos clásicos a través de las
copias de los manuscritos. Los monasterios se erigieron como centros de cultura
y a los estudiantes les enseñaban latín a través de obras de autores clásicos.
El último rastro del mundo clásico
durante la Edad oscura lo encontramos en el recuerdo de la mitología, aunque bien es cierto que se hace
de una forma parcial y extraña puesto que, en muchas ocasiones, no se adaptan a
la idea monoteísta del Cristianismo.
La Edad Media.
El mayor auge de lo clásico durante la
Edad Media se da en el ámbito de la educación, que intentó seguir como modelo a
imitar la educación latina. Es de esta forma como aparecen las primeras
universidades y se profundiza en lo educativo en determinadas órdenes
eclesiásticas.
Es significativo, del mismo modo, que
la lengua imperante en el mundo de la cultura medieval era el latín, aunque
poco a poco irán ganando terreno las traducciones y algunos textos inéditos en
lenguas romance. Esto hizo que se leyese a los poetas latinos y se los imitase
en muchos aspectos diferentes y, del mismo modo, que se los estudiase.
El Renacimiento.
En contraposición a la lenta aparición
del mundo medieval, el renacentista
apareció y se impuso con una gran rapidez en la cultura europea occidental.
Esto tuvo mucho que ver con los descubrimientos que se llevaron a cabo en este
periodo: la aparición de textos clásicos o nuevos territorios hasta entonces
inexpugnables como América o el cuerpo humano, suponen un nuevo cambio de
concepción del mundo y del ser humano, que se reflejará directamente en la
literatura. Lo mismo sucederá con el redescubrimiento del griego como lengua de
cultura a través de los bizantinos que viajaban a Italia y a través de
manuscritos antiguos escritos en la lengua helena y que fueron descubiertos en
este periodo.
De esta forma, los hombres del
Renacimiento comienzan a conocer, entender y empatizar con los autores
clásicos, perfeccionando así sus estilos literarios y conociendo nuevas formas
de escribir hasta entonces sepultadas por el oscurantismo anterior,
fortaleciéndose así la importancia de lo estético y lo bello, siempre basado en
los modelos del mundo grecolatino.
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