La
única función que poseía la mujer en el mundo griego antiguo era de la traer al mundo
hijos sanos que continuasen con la estirpe familiar. Esta función la hacía
estar sometida siempre al designio masculino.
En primera instancia, sería el padre
quien tomaría cualquier decisión en torno a su hija; luego, sería su esposo; y,
como explica Mosse en su obra La mujer en
la Grecia clásica, siempre estaría vinculada a un tutor masculino:
La
mujer ateniense es una eterna menor, y esta minoría se refuerza con la
necesidad que tiene de un tutor, un kyrios,
durante toda su vida: primero su padre, después su esposo, y si éste muere
antes que ella, su hijo, o su pariente más cercano en caso de ausencia de su
hijo. La idea de una mujer soltera independiente y administradora de sus
propios bienes es inconcebible.
El
matrimonio constituye por consiguiente, el fundamento mismo de la situación de
la mujer
(Mosse, 1991, p. 36)
Así
pues, el matrimonio nunca será una elección propia de la mujer, sino que será
el tutor quien decida su destino matrimonial.
La vida en el oikos era eminentemente femenina. Eran las mujeres quienes
permanecían en sus viviendas haciendo las tareas que se presuponían de una
esposa decente: hilar, tejer y guardad el tesoro del oikos. Sin embargo, esto sólo sucedía en el caso de que la muer
perteneciese a una buena clase social, En cambio, si eran pobres, debían
acompañar a sus maridos en tareas tan duras como el campo.
Jenofonte en su Económico apunta que los trabajos de la mujer son los que se llevan
a cabo en el oikos: los recién nacidos deben ser criados bajo
techo, también así debe ser preparada la harina proporcionada por los cereales,
e igualmente a cubierto deben confeccionarse con las lana los vestidos.
(Jenofonte, VII, 20-21).
De esta forma, el único poder con el
que contará la mujer en la Grecia clásica es el que queda relegado a este
ámbito interior ya que debe dirigir el
trabajo de las sirvientas y de algunos sirvientes. Y lo que diferencia a la
buena ama de casa de la mala (…) es la manera de utilizar este poder.
(Mosse, 1991, p.36). Jenofonte relaciona, además, esta función con la de la
reina de las abejas. Es decir, el oikos sería como una colmena donde la
reina-mujer ordenar y dispone para que no haya contratiempos y reine el orden.
Es este cometido localizado en el
interior, el que hace que la mujer
decente no salga a la calle ni participe en actividades relegadas a los
hombres:
Una
mujer respetable no asistía a un banquete, aunque éste se celebrara en su
propia casa. Bajo ningún concepto podía hacer uso de la palabra en público, como
lo harían las protagonistas de Homero. La ciudad, ese “club de hombres”, las
había encerrado definitivamente en el gineceo. (Ibídem, p.39).
No
obstante, debemos ir más allá y tomar el oikos como una metáfora del papel que
representa la mujer dentro de la polis. Junto con los esclavos, las mujeres
estaban apartadas de cualquier decisión política y, por ello, era mejor
mantenerlas, de cierta forma, encerradas en el seno del oikos.
Esto
no sucedía, como hemos mencionado anteriormente, con las mujeres que no
pertenecían a la aristocracia que sí les estaba permitido hacer una vida más al
exterior. Este es el caso de las vendedoras en los puestos del mercado que,
posiblemente, dispusieran de parte del dinero obtenido con la venta de sus
propios productos. Es decir, la mujer del
pueblo se veía obligada por la necesidad a salir de su casa para ir al mercado.
(Ibídem, p.64). Sin duda alguna, eran mujeres más independientes que las de la
aristocracia, como se nos muestra en la comedias de la época.
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