En la sociedad actual, en la que está tan de moda lo
“políticamente correcto”, respetar a las personas independientemente de su
condición, a los animales porque también sienten y por la explotación que
sufren, a las plantas porque nos aportan oxígeno, a los sentimientos porque son
imprescindibles, a las opiniones estúpidas, a las mentiras extendidas…
Somos tan “buenos” que creemos que todos son así. Por esta
razón vemos a nuestros antepasados como los pueblos bárbaros de las Galias, sin
tener en cuenta que, contra una idea cerrada y con un fin ambicioso pero
también justo, la violencia ha obrado milagros.
Desde la defensa de Atenas para evitar el avance de los
persas, hasta la Revolución Francesa. Si los griegos no hubieran luchado quién
sabe cómo seríamos ahora o si estaríamos dominados aún por la nobleza y el
clero.
Estas nobles causas, por supuesto, no justifican el resto de
enfrentamientos para obtener territorios, gloria o materiales; pero ¿cómo es que ante un dilema importante o
una amenaza no sabemos, o no queremos, responder de otro modo? ¿Cómo puede ser
que el único medio de una sociedad progresista para su tiempo, que en ciertos
casos rechaza la violencia, tenga un ejército tremendamente preparado? ¿Es
posible que lo único que hayamos mejorado en dos milenios sobre métodos de
defensa sea crear armas cada vez más destructivas?
Quizá la respuesta sea que es lo más fácil para el fuerte,
suena bien y es mucho mejor que pensar que a esta especie le gusta matar,
violar, hacer sufrir, humillar… porque, evidentemente esto no sería respetuoso
hacia la humanidad.
Mario Izquierdo Castro 1º BAH
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