Mi afán por adentrarme en el Mundo Clásico me
llevó hace unos meses a leer Casandra
de la autora alemana Christa Wolf. Esta novela narra, desde el punto de vista
de la princesa, la fatídica Guerra de Troya con una propuesta diferente a la
tradicional versión de Homero en la Ilíada.
La mujer, considerada en la Grecia clásica
como un ser inferior relegado al mismo grupo que los esclavos, es ahora quien
nos cuenta su versión de la guerra. Sus pensamientos, sus miserias, sus miedos…
Bien sabemos que en un conflicto bélico toda la población sufre, pero son las
mujeres quienes más lo padecen, como bien refleja este texto: ultrajadas,
abandonadas, desterradas, raptadas, violadas… conformaban parte del botín de
guerra y era sabido por todas que, una vez quedase arrasada su ciudad, pasarían
a pertenecer a otro hombre.
La novela muestra a una
mujer forzada por un dios, manipulada y engañada por su padre, violada por un
soldado del bando enemigo, asesinada por la mujer de su dueño con quien vive en
concubinato... Una historia trágica que pretende devolverle la voz, darle de
nuevo vida para que cuente las penurias que vivieron las mujeres durante la Guerra
de Troya y que sentarían las bases de una sociedad heteropatriarcal que ha
llegado hasta nuestros días.
Esta
lectura me llevó a reflexionar mucho ya que, pese a que esta narración se sitúa
hace más de tres mil años, todavía hoy
hay muchas Casandras anónimas que son
violadas, vendidas como esclavas por ser cautivas de una guerra y que son
ignoradas y rechazadas por formar parte de los grupos marginados de la
sociedad. Son mujeres sin derechos, no reconocidas por los gobiernos de sus
países y utilizadas como moneda de cambio en conflictos de todo tipo. Todavía
hoy siguen existiendo mujeres que, en su camino de ascenso a las instituciones
políticas, son insultadas y menospreciadas por el mero hecho de ser mujeres.
En definitiva, la cruenta
historia de la joven princesa troyana no es más que otro episodio de
injusticias sociales que se siguen cometiendo en Occidente. Pese a ser el
relato de una sociedad arcaica, todavía continúan observándose comportamientos
primitivos en los conflictos bélicos; Todavía se ponen mil trabas a las mujeres
que quieren ostentar puestos de responsabilidad política; Todavía se nos sigue
discriminando; Y, todavía hoy, hay millones de Casandras por el mundo que nunca
serán escuchadas porque han nacido mujeres en el seno de una sociedad
heteropatriarcal.
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