Todavía
hoy son muchos los datos que conocemos sobre la poeta Safo de Lesbos que fue
considerada en el mundo griego como “La décima musa”. Nació en la aldea de
Eresos, en la isla de Lesbos. Aunque su fecha de nacimiento también se
desconoce, se cree que nació entre los años 630 y 612 a.C.
Creció en el seno de una adinerada
familia que se dedicaba al comercio y que, muy pronto, se trasladaría a
Mitilene. Tras el fallecimiento de su padre en una contienda bélica contra
Atenas, Safo se hace cargo del negocio paterno, alcanzado su máximo esplendor.
En este sentido, debemos aludir a la
situación tan diferente que vivía la mujer en las Islas Jónicas con respecto a
Atenas: aquí contaban con los mismos derechos que el hombre. Además, al
encontrarse en un punto comercial estratégico, el influjo de otras culturas
posibilitó un aperturismo y una mayor libertad que permitió que las muchachas
tuviesen acceso a la cultura ya la educación y algo de peso en la vida social
del momento. Por este motivo, Safo fue muy criticada en el mundo ateniense ya
que no se concebía una mujer con tanta independencia y cultura al no ser que se
tratase de una hetaira.
Esta libertad, también política,
posibilitó que participase activamente en luchas políticas que acabaron en el
exilio forzoso a Siracusa, donde se casó con un mercader llamado Kerkilos y con
quien tuvo a su hija Cleis. Este periodo también le sirvió para enriquecerse
culturalmente y desarrollar su vida intelectual, situándose así en el epicentro
cultural y artístico de la ciudad siciliana.
Sin
embargo, su vida matrimonial pronto llegaría a su fin ya que su marido
falleció. De esta forma, Safo pasó a ser la única heredera de una gran fortuna.
Safo pudo volver a Lesbos seis años
después de su destierro y fue entonces cuando fundó en Mitelene una academia
educar a muchachas en arte, danza, canto, literatura ya artes amatorias. Amó
tanto a mujeres como a hombres, algo que a nosotros actualmente nos sorprende,
pero era una práctica habitual y aceptable tanto en el mundo griego, como
romano. En su poesía cantó su amor hacia las mujeres sin recato alguno. Esto
provocó, que muchos siglos después fuera mal vista y se hablara de ella de
forma despectiva sobre todo en el mundo cristiano, donde las prácticas
homosexuales son mal vistas.
De sus números relaciones amorosas, se acuñó
el término de safismo o lesbianismo, para referirse a las relaciones con
mujeres. Una de estas historias fue la
que vivió con Atthi, a quien le dedica un poema titulado El adiós a Atthi cuando la joven abandona la academia para casarse.
De la obra poética, que nos queda de
Safo, destacan las poesías dedicadas a las mujeres y alguna a sus tres
hermanos. Escribió nueve libros de odas, epitalamios o canciones nupciales,
elegías e himnos, pero se conservan una mínima parte de ellos. Escribió sus
obras en el dialecto aeólico y sus poemas alcanzaron una gran difusión en el mundo
griego, romano y bizantino dejando una estela en las composiciones de Teócrito,
Horacio o Catulo. Este último copió uno de sus poemas casi al límite como bien
podemos observar a continuación:
Me parece igual a
los dioses ese
hombre que ahora está frente a ti sentado,
y tu dulce voz a tu lado escucha
mientras le hablas
y tu amable risa;
lo cual, te juro,
en mi pecho el alma saltar ha hecho:
pues te miro apenas y mis palabras
ya no me salen,
se me queda rota la lengua y, suave,
por la piel un fuego me corre al punto,
por mis ojos ya nada veo, y oigo
sólo un zumbido,
me destila un frío sudor, y entera
un temblor me apresa, y cual la paja
amarilla estoy, y mi muerte siento
poco alejada.
Pero todo habrá que sufrirlo, incluso...
Safo
Aquél me parece igual a un dios,
aquél, si es posible, superior a los dioses,
quien sentado frente a ti sin cesar te
contempla y oye
tu dulce sonrisa; ello trastorna,
desgraciado
de mí, todos mis sentidos: en cuanto te
miro, Lesbia, mi garganta queda
sin voz,
mi lengua se paraliza, sutil llama,
recorre mis miembros, los dos oídos me
zumba con su propio tintineo y una doble noche
cubre mis ojos.
El ocio, Catulo, no te conviene,
con el ocio te apasionas y excitas demasiado:
el ocio arruinó antes a reyes y
ciudades florecientes.
Catulo
Su poesía se caracterizaba por una
gran sencillez expresiva, intimismo y una poderosa subjetividad con la que
plasmaba sus sentimientos amorosos más profundos. Supuso una gran innovación en
la lírica del momento ya que creará una nueva estrofa que, posteriormente, será
denominada estrofa sáfica, además de
numerosas innovaciones en la lírica monódica. Y aunque la mayor parte de su
obra poética no ha llegado hasta nosotros, sabemos de su prolífica producción
literaria a través de numerosas citas de autores antiguos.
Sabemos de cómo era físicamente Safo
de Lesbos a través de unos versos del poeta Alceo de Mitilene, con quien también mantuvo una relación amorosa. La
describe teniendo en cuenta tres rasgos: dulce
sonrisa, pureza, azulados rizos…¡Safo!
Esta
descripción poética ensalza no sólo los rasgos físicos de la milesia, sino que
se podrían llegar a relacionar con sus cualidades personales. El que poseyese
un cabello negro muy oscuro y una piel
muy blanca, era un rasgo genético muy infrecuente en las gentes europeas de la
época, por lo que debía de resultar muy llamativa.
En
cuanto al rasgo de su sonrisa, se nos dice de ella que es dulce, por lo que se
puede relacionar con una expresión suave ya legre, algo delicada. Resulta
significativo que sólo se nos mencione de su rostro la sonrisa y ningún otro
rasgo más, por lo que podemos pensar que esa dulzura se reflejaba en el rostro
entero.
Por
último, la calificación de pura
supone el contrapunto a todas las opiniones vertidas por sus detractores. Alceo
nos presenta a Safo como una mujer con un comportamiento irreprochable que nada
tiene que ver con lo que de ella se dice.
Pese a carecer de mucha información,
lo que está claro es que la obra de Safo de Lesbos resultó revolucionaria en su
momento y todavía hoy lo sigue pareciendo. Es lo contrario a la poesía
masculina, que representa el mundo dominante, lo heroico, lo violento, un
estado patriarcal donde la mujer y sus sentimientos no tienen cabida. Todo esto
será lo que intentará inculcar a las jóvenes que acudan a su academia hasta el
año 570 a.C, fecha en la que se data la muerte de “La décima musa”.