En la Generación del 98 el tema
de España es central. Los noventayochistas nunca abandonaron su intensa
preocupación por el país. Rechazan el ambiente político del momento y
denuncian, sobre todo en su juventud, el espíritu de la sociedad: su
ramplonería, su apatía, su parálisis... En cambio, exaltan, especialmente en su
madurez, una “España eterna y espontánea” ; de ahí su interés por el paisaje y
la vida de los pueblos y por lo que hay de permanente en su historia.
Las
tierras de España fueron recorridas y descritas por ellos con dolor y con amor:
junto a una mirada crítica que descubre la pobreza y el atraso, encontramos,
cada vez más, una exaltación lírica de los pueblos y el paisaje; sobre todo de
Castilla, en la que ven la médula de España. Su atracción por lo austero de las
tierras castellanas inaugura una nueva sensibilidad, una estética de la
pobreza.
Por lo
que respecta a la historia, si al principio rastreaban en el pasado las raíces de los males
presentes, cada vez más bucean en ella para descubrir los valores permanentes
de Castilla y España, sus “esencias”. Es muy significativo que, por debajo de
la historia externa (reyes, hazañas...), les atrajera lo que Unamuno llamó la intrahistoria,
es decir, “la vida callada de los millones de hombres sin historia” que con su
labor diaria ha hecho la historia más profunda.
Por
último, en los hombres del 98 el amor a España se combina con un anhelo de
europeización, muy vivo en su juventud. Con el tiempo, dominará en casi todos
una exaltación casticista.
Las preocupaciones existenciales
ocupan un lugar central en la temática noventayochista. Hay que situarlas en la
crisis de fin de siglo. Encontramos en estos escritores ese malestar vital, esa
desazón “romántica” que vimos en los modernistas. Así, ellos o sus personajes
se interrogan sobre el sentido de la existencia humana, sobre el tiempo, sobre
la muerte, etc. Y son frecuentes los sentimientos de hastío de vivir o de
angustia.
He aquí uno de los Cantares que Machado compuso es ese momento y que, desgraciadamente, hoy más que ningún otro día, sigue estando presente en mi cabeza:
He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas,
he navegado en cien mares
y atracado en cien riberas.
En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancòlicos
borrachos de sombra negra,
y pedantones al paño
que miran, callan y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.
Mala gente que camina
y va apestando la tierra...
Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra.
Nunca, si llegan a un sitio,
preguntan adònde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
a lomos de mula vieja,
y no conocen la prisa
ni aun en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino;
donde no hay vino, agua fresca
Son buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan,
y en un día como tantos
descansan bajo la tierra.
Antonio Machado
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