Con
una matriz común a la Edad Media surge el Renacimiento que tiene sus raíces en
la época medieval aunque su principal pretensión en hacer renacer la cultura
grecolatina a través de modelos artísticos, políticos, etc. Este movimiento se
inicia en Italia durante la primera mitad del S.XIV y dejó una importante
huella en todas las disciplinas europeas. En la misma época del Renacimiento,
empieza a desarrollarse esa caracterización tétrica de la Edad media, periodo
de crisis entre la civilización clásica y su resurgir en el Renacimiento. Para
muchos, se fija entre el S.XIII-XIV.
Por
otro lado, cabe mencionar que las obras de los clásicos y su influencia se dan
en la Literatura de la Europa occidental de tres formas diferentes. La primera
de ellas es a través de la traducción; otra sería a través de la imitatio, siguiendo el modelo en lengua
clásica o, bien, intentando trasladarlo a su propia lengua. La tercera forma de
influjo del mundo clásico se da a través de la emulación de estos, ya que
intentan crear obras de gran nivel,
aunque no todos lo consiguen de igual forma.
Sin embargo, durante el Renacimiento
el factor más importante será el de la
traducción ya que, entre otros asuntos, se comienzan a traducir las grandes
obras de los clásicos que, hasta entonces, habían quedado ocultadas.
Esta tarea de traducción ya la había
comenzado en la Edad Media Alfonso X en su Escuela
de Traductores de Toledo. El afán de este monarca por dar a conocer los
grandes textos del pasado, pasa por su Crónica
General y su General estoria,
donde utiliza conocimientos extraídos de historiadores clásicos como Suetonio o
Plinio y de poetas como Lucano, Estacio y Ovidio.
Para poder traducir a los clásicos,
los traductores debían conocer el latín, lengua que se introdujo por diferentes
canales. Uno de ellos fue que muchas palabras latinas y griegas se
naturalizaron entre las lenguas romances como el francés, adaptándose para un uso
más adecuado. Además los autores del Mester de Clerecía también latinizaron su
propio idioma.
En
el caso de España, debemos mencionar la importancia de Fernando de Herrera y
Luis de Góngora, quienes utilizaron un castellano plagado de latinismos y grecismos.
El inglés, por otro lado, también adoptó voces grecolatinas para denominar
actividades profesionales y términos religiosos y políticos.
La introducción de este léxico en
francés, inglés y español, dotó a estas lenguas de una mayor flexibilidad y riqueza,
característica que se iría acomodando durante todo el Renacimiento. Además, el
simple hecho de traducir textos clásicos, también hizo posible que se fuesen
asimilando algunos recursos estilísticos grecolatinos como el clímax, el
apóstrofe o la antítesis. Este hecho, estimuló gratamente a los autores
renacentistas, que pronto empezaron a adoptar en sus obras los modelos
clásicos.
Una de las obras que se encuentra en
este aparatado es la Poética de
Aristóteles, que fue desconocida hasta el S.XVI, casi en su totalidad. A partir
de entonces las traducciones al latín fueron numerosas, aunque fue poco común
que se tradujese a las lenguas modernas. La primera traducción al italiano en
época renacentista fue la que realizó Bernardo Segni en Florencia en 1549.
Luciano y Teócrito también fueron
traducidos, el primero en italiano, y el segundo en alemán, considerándose así
uno de los autores más influyentes del momento en territorios germánicos.
Fueron traducidos los novelistas
griegos, las cartas de Cicerón y, como no, los grandes poetas latinos: Las Bucólicas de Virgilio y las Geórgicas contaron con varias
traducciones en castellano; y las Odas
de Horacio también fueron una obra predilecta para las traducciones en lengua
española.
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