No podemos hablar de Odón de Buen sin
unirlo directamente a la Oceanografía. Resulta muy curioso que un hombre nacido
en la provincia de Zaragoza, fuese el precursor de esta disciplina científica
en España y que se codease con las más ilustres figuras científicas europeas de
la época.
El propio Odón, indica en algunos de
sus artículos sobre Oceanografía que los primeros estudios marinos
importantes los realizó en norteamericano Matthew Fontaine Maury hacia 1851,
todos ellos relacionados con la rama de la Oceanografía física. Maury fue el
primero que publicó una obra en 1855 bajo el título de Oceanografía Física del
Mar que hablaba, precisamente, de esta incipiente ciencia. Paralelamente, en
Inglaterra, Edwuar Forbes comenzó a desarrollar investigaciones sobre Biología
marina, relacionándolos con los conocimientos geológicos de su tiempo, aunque
todavía no contaba con una aplicación metodológica adecuada.
Un importante viaje de carácter
oceanográfico al que debemos hacer alusión es la expedición del Challenguer que
se desarrolló entre diciembre de 1872 y mayo de 1876, una vuelta al mundo cuyo
objetivo fue recoger organismos marinos de todo tipo. Además, se ocupó de
realizar una medición más precisa de los mares y océanos terrestres, de la
dirección de las corrientes marinas, etc. El éxito rotundo de este viaje hizo
posible que se realizasen multitud de expediciones oceanográficas en muchos
países europeos, aunque no debemos olvidar a las dos figuras relevantes de este
momento: Alexander Agassiz (1835-1910) y el Príncipe Alberto de Mónaco
(1848-1922), que gracias a sus posibilidades económicas y a su gran interés por
esta ciencia, pudieron financiar sus propias expediciones y colaborar
económicamente en las de otros.
Las expediciones de Agassiz se
realizaron por el continente del que procedía, América. Embarcado en el Blake y en el Albatros, principalmente, recorrió los mares tropicales del Caribe,
el Pacífico Tropical, etc. Prestando especial interés a las profundidades
marinas y a los diferentes organismos que las habitaban.
El príncipe Alberto de Mónaco también
compartía estas inquietudes con Agassiz aunque se distinguía por ser un experto
navegante, algo inusual entre los oceanógrafos. Por ello, todos sus buques
poseían la equipación adecuada para la investigación científica. Su vínculo con
España fue muy fuerte porque, entre otros asuntos, fue aquí donde sirvió a la
marina en su juventud y donde aprendió todos sus conocimientos sobre
navegación. En una de sus conferencias de la Real Sociedad Geográfica señala
que:
Tiempo ha que contribuyo con todas
mis facultades al desarrollo delas ciencias del mar en los países cultos de
Europa; más, apresuróme a decirlo, en parte alguna lo hice con la emoción que
aquí me embarga. Entre vosotros, en efecto, bajo los pliegues de la bandera
española, aprendí el oficio de marino, al propio tiempo que se apoderaba de mí
la afición al mar. (De Buen, 1943, 259)
Odón
de Buen sintió una gran admiración y mantuvo una estrecha amistad con esta
ilustre personalidad, participando con él en varias salidas por mar. De esta
forma, dedica a este oceanógrafo una parte en sus Memorias, donde, entre otros asuntos, plantea sus ideas sobre
Oceanografía, que recoge de la obra La
carrera de un navegante, del propio Alberto de Mónaco:
Mis sentimientos sobre muchos
puntos chocarán sin duda a los espíritus estacionarios o timoratos; los que
ocultan su miedo a lo desconocido con las alusiones místicas, las frivolidades
mundanas o la inercia de las costumbres. Pero la conciencia de los príncipes,
largo tiempo sometida a las tradiciones improgresibles, puede impresionarse
actualmente por las lecciones de la Naturaleza y dela Ciencia; desprecia
entonces una política orientada hacia el antagonismo entre las naciones, el
derecho más fuerte y la ficción de las fronteras; combate los ruines temores
atávicos de la religión, de raza y de casta inspirándose en un porvenir en que
la humanidad solidaria practique la justicia. (Ibídem, 260- 261)
Las aportaciones más importantes de
Alberto de Mónaco a la Oceanografía, fueron la creación del Instituto de
Estudios Marinos en la Sorbona, El Museo de Mónaco y El Museo Oceanogáfico de
Mónaco.
En
este contexto es donde Odón de Buen se iniciará en esta ciencia y donde
comenzará sus primeras investigaciones De
Kristianía a Tuggurt a bordo de la Blanca,
expedición que afrontará con una gran ilusión:
Describir la alegría que produjo
ese nombramiento es tarea superior a mis facultades de expresión escrita.
Resolvía, quizás para siempre, el problema de mi vida. Me permitía ver muchos
países, sufrir la emoción de los grandes fenómenos de la naturaleza, de los
contrastes sorprendentes que ésta ofrece en distintas latitudes y a diversas
alturas, vivir la vida a bordo, visitar los más ricos museos y los laboratorios
más famosos; conocer a los sabios de mayor renombre que admiraba ya por sus
trabajos; leer mucho, ver mucho, pensar mucho y con firma base. ¡Qué ensueños
durante noches y noches!
No fue, justo en confesarlo, la
realidad como el ensueño. En primer lugar, yo era muy joven, recién salido de
las aulas, con conocimientos incompletos y superficiales merced planes
pedagógicos descabellados. En estas condiciones investigar, iba a prender, eso
sí, a orientarme a documentarme ampliamente, a adquirir conocimientos
profundos, que aprovecharían mis alumnos. De la ciencia del mar, nada, ni
siquiera el conocimiento elemental de los animales marinos; del arte de
navegar, nada; unas nociones deficientes de cosmografía; de geografía física,
poca cosa y aprendida por afición fuera de la Universidad; iba a manejar el
microscopio por primera vez y los aparatos de captura de estudio de los seres
marinos me eran desconocidos.
Iba bien preparado como colector
para un museo, y nada más. Pero tenía fe, entusiasmo orientación para trabajar
solo, propósito de trabajar sin descanso, de no perder minuto. No estaba bien
preparado para un viaje de esa envergadura., ¿pero había entonces quién
estuviera mejor preparado que yo? (Ibid., 45- 46)
Es significativo también para Odón de
Buen el laboratorio de Banyuls sur la Mer, ya que será allí donde realizará
muchas de sus investigaciones y donde llevará a sus alumnos de la Universidad
de Barcelona en varias ocasiones para instruirlos, la primera en 1889. Esto
supuso una coordinación entre las Universidades de París y Barcelona, algo poco
frecuente hasta el momento, y un claro anhelo por parte del zufariense:
Desde las primeras visitas a
Banyuls forjé mi propósito de crear algo inusual en España; no siempre habíamos
de aprovechar la fraternal hospitalidad francesa, tan generosamente prodigada,
y ¡quién sabe si, andando el tiempo, podría yo ofrecer a profesores y
estudiantes franceses igual acogida en idéntico ambiente! (Ibíd., 165)
Estas relaciones hicieron que se
consolidase como discípulo de la ciencia francesa y que pronto empezase a
interesarse más por la Oceanografía física, y permitieron que, debido a su
impulso en el ámbito internacional, se creara en 1906 el Laboratorio de Palma
de Mallorca. Es el Ministerio de Instrucción Pública quien decide que esta
construcción dependa directamente del Museo de Ciencias de Madrid, entonces con
Odón de Buen al frente. Como referente en este nuevo laboratorio, se iban a
tomar los estudios realizados por el príncipe Alberto I sobre la física y la
química en el mar y se continuarían otros orientados a la Biología marina.
Dos años después, formará parte del
elenco de ponentes del Congreso Internacional de Zoología celebrado en Mónaco,
donde el Príncipe de Mónaco se proclamará como padrino de la Oceanografía
española y de Odón de Buen, llegando incluso, a defender los proyectos e Odón
ante Alfonso XIII. De esta forma, el laboratorio de Palma comenzó a ser
utilizado por investigadores internacionales, adquiriendo un gran prestigio.
Así pues, en 1914, gracias a la presión internacional y al gran interés por
parte del zufariense, se consigue la creación del Instituto Oceanográfico
Español, tomando como modelo el de Mónaco.
Pese a su deficiente infraestructura,
España se incorpora al Comité Oceanográfico Internacional dirigido por el
Príncipe de Mónaco, que marca las directrices que deben seguirse en las
investigaciones oceanográficas a partir de entonces.
Estos
pequeños avances, hacen que Odón de Buen y la Oceanografía española se abran
camino en el ámbito continental. Es así como aparece reflejado en sus Memorias, en 1921 se reúne la Asamblea
de la unión Geodésica y Geográfica Internacional, designando a Odón presidente
de la Comisión para el estudio del Atlántico, puesto del que cesaría poco
tiempo después, para ocupar el cargo de presidente que se había quedado vacante
tras la muerte de Alberto de Mónaco.
Tras
su gran éxito y como reconocimiento a sus méritos, es invitado a tomar parte en
una expedición alrededor del mundo, pero tiene más de 60 años y es demasiado
mayor para acometer este sueño que dio comienzo con su viaje De Kristianía a Tuggurt, por lo que
serán sus hijos Fernando y Rafael, jefe de Biología del Instituto y subdirector
del Instituto respectivamente, quienes participen en esta aventura marina.
Tanto Fernando como Rafael fueron continuadores de su trabajo en el campo de la
Oceanografía: Rafael estudió Ciencias Naturales y fue instruido por el propio
Alberto de Mónaco y participó con él en varias expediciones de gran calado,
pudiendo ostentar así cargos importantes como la vicepresidencia de la Planicie
Continental en el Consejo Permanente para la Exploración del Mar. Por otro
lado, Fernando de Buen compaginó los estudios de Ciencias Naturales y Farmacia
y siguió los pasos de su padre y su hermano.
Son
muchos los logros conseguidos por Odón de Buen en el campo de la Oceanografía,
aunque su reconocimiento lo tuvo, sin duda alguna, a nivel internacional.
Publicaciones diversas, direcciones y presidencias de diferentes organizaciones
científicas, campañas oceanográficas y un gran compromiso con el progreso
científico, fueron las bases de la Oceanografía española. Algo que se
desvaneció con la llegada de la Guerra Civil Española y con su exilio forzoso,
primero a Francia y luego a Méjico, donde seguirá llevando a cabo sus
investigaciones. Este reconocimiento fue lo que le sirvió para conseguir su
libertad tras ser encarcelado en Mallorca:
Bien pronto se pusieron en
movimiento entidades científicas prestigiosas; sobre todo mis colegas del
Consejo Internacional Permanente para la exploración del Mar y de la Comisión
para la Exploración Científica del Mediterráneo. La primera presidida por el caballeroso
delegado inglés Mr. Maurice, un presidente ideal y a su lado, como
vicepresidente, el ilustre Theodoro Tissier que tan justos prestigios y tan
altos cargos disfruta en Francia; el subsecretario de Estado alemán, siempre
amable y correcto, Mr. Heinrici; los sabios profesores Hjord y knudsen,
escandinavos y el patriarca de la oceanografía Profesor Otto Petterson, de fama
mundial. De la Comisión del Mediterráneo era yo vicepresidente y la presidía el
gran almirante duque Thaon di Revel, un ídolo de Italia después de sus triunfos
en la guerra del 1914 al 18.
Con
verdadero cariño y con el apoyo de otras entidades comenzaron las gestiones
para obtener mi libertad. Se puso en juego la diplomacia. Las grandes
comisiones mencionadas están constituidas por convenios diplomáticos y como la
sede oficial del Consejo para la Explotación del Mar, reside en Copenhague, es
el Gobierno danés el encargado de representarlo. De él, por tanto, partió la
petición formal de mi libertad. En efecto, un buen día se presentó el Sr.
Cónsul de Dinamarca en Palma para enterarse de mi situación y transmitir por
intermedio de su Gobierno al Consejo sus impresiones. (Ibid., 438-439)
Lo único que sobrevivió a esta etapa
de retroceso fue el Instituto Oceanográfico Español, que es su verdadero legado
en nuestro país.
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